miércoles, 30 de marzo de 2011

Canibalismo puertorriqueño

Los caribes lo practicaban con los tainos
Ocurre dentro del núcleo familiar y en el vecindario, dentro y entre las instituciones religiosas, en la empresa privada, las organizaciones sin fines de lucro, los clubes sociales, las distintas ramas del gobierno y los partidos políticos. No existe un solo aspecto de nuestra vida de pueblo donde esté ausente. Se trata de la idea de que para prosperar y progresar hay que competir y destruir, en lugar de compartir y colaborar.  En ese proceso se recurre a toda clase de estratagemas para provocar que ‘caigan’ o ‘sean opacados’ aquellos que consideramos una amenaza.  Se fomentan intrigas, se ataca, se ridiculiza y humilla creyendo que ese es el modo de  alcanzar o retener el éxito o una posición.  Esa perspectiva, tarde o temprano, conduce al aislamiento, a la desgracia y la miseria.  ¿Podemos relacionar esa manera de ser con la crisis de valores, las dificultades económicas, la violencia, la guerra, la corrupción y la criminalidad rampante?
Hay serias preguntas que debemos formularnos: ¿dónde, cómo y de quién hemos asimilado este estilo de vida? ¿Dónde es que aprendemos que dando es como se recibe, que ayudando a otros a triunfar es cuando realmente se triunfa?  Más significativamente, ¿cómo trato al hermano boricua que se comporta de ese modo sin hacerlo cayendo en su mismo proceder?  ¿Corrigiéndolo, educándolo, señalándolo, marginándolo, combatiéndolo, ignorándolo, perdonándolo, amándolo?
Mientras no encontremos respuestas auténticas a estas interrogantes y asumamos la responsabilidad de descubrir maneras de superar ésta forma enfermiza de relacionarnos, (respetando las diferencias que nos distinguen) se nos hará difícil coincidir en un proyecto exitoso que promueva la cohesión y el bienestar común de los puertorriqueños.
Ésta tarea ya es urgente.  No la resoleverá un plebiscito o un estatus político.  La política lo que ha logrado es dividirnos y antagonizarnos. Nos corresponde a los ciudadanos de esta Isla y no al gobierno.  ¿Por quién esperamos?  ¿Qué crisis mayor tendrá que ocurrir para que reaccionemos y actuemos?  Comencemos ya, y que así nos ayude Dios.

Edric E. Vivoni Farage
Desde la Casa Grande
Hacienda Luz de Luna
Barrio Yahuecas
Adjuntas, Puerto Rico


El Nuevo Día - Opinión - CANIBALISMO PUERTORRIQUEÑO ...

m.elnuevodia.com/quickPage.html?page...3 - Translate this page
6 May 2011 – ¿Por quién esperamos? Comencemos ya y que así nos ayude Dios.Edric EVivoni Farage (Agricultor, abogado y mediador) () Anterior ...

martes, 15 de marzo de 2011

Vida en La Parguera

       Desde que tengo uso de razón, la Parguera ha sido escenario vivencial y familiar   Hace bastante tiempo  vi la película de un viaje que di junto a Mamá a La Mata de La Gata en una yola que conducía Don Vicente Cotte (el gobernador de esa isleta); tendría yo alrededor de un año.  
     Mis abuelos paternos eran dueños de  una casa que se erguia sobre una loma, en la cual pasaban la temporada de verano y alternaban con sus nietos.  Era una casona  levantada en socos, pintada de verde y blanco; ventanas de celosías y un balcón de balaustres con una panorámica vista al mar.  Desde allí observaba como aquellos puntitos blancos en el horizonte se acercaban, convirtiéndose en veleritos pesqueros que a su arribo me transformaban en muchacho de 'mandao',  para ir al muelle a comprar meros, pargos o arrayaos.  La brisa del sur traía olor a mangle y a salitre, y las acacias, adornadas con cientos de vainas secas, se agitaban sincronizadamente y respondían con el sonido de mil güícharos.  Las manadas de cabros y de cerdos andaban libremente por el camino pedregoso que unía a una docena de casas; la de los Martín, los Mercado, Cabassa, varios Ramírez, la tiendita de Don Gabriel, la de Don Fey Pabón (el violinista) y el cafetín de la vellonera en la curvita.  Allí era el lugar donde desfilaban, en 'cita' nocturnal, Felipe Rodríguez, Julio Jaramillo, Paquitín Soto, el dúo Irizarry de Córdova, los Churumbeles de España, Sarita Montiel y otros tantos cuyas canciones, a fuerza de la repetición, aprendí.
     A pesar de que ha cambiado, siguen claras  mis memorias de entonces y puedo relacionar cosas de antes con las de ahora.  Sobre todo, experiencias allí vividas son parte del mosaico de la persona en la que continúo transformándome en el presente.  
    Haber estado desde el miércoles hasta el sábado en la caseta de Carlos Manuel e Irma y junto a Luchy, convertir la terracita en taller para pintar mar, cielo, cayos y manglares; conversar y compartir libre y abiertamente con ellos, disfrutar de un capitán, del chapuzón en Caracoles y un vinito, (todo sin prisa) fue un cambio de ritmo refrescante. Coincidir en el Balcón del Mar con José B. y sus amigos, y desayunarnos juntos, entre bromas y vellones, me alegró.  Recibir la visita de Alfredito, con su siempre expresivo abrazo y dialogar con él sobre los seres queridos y los intereses comunes, fue hacer familia. Pasar de sábado a lunes en la caseta de Luis y Enery y ser objeto de tantas atenciones, paseos en lancha, tomar fotografías y recordar la vida y trayectoria de tantos conocidos comunes de la época del Colegio, fue recordar...y recordar es vivir. 
     La Parguera es otro de mis lugares mágicos lleno de momentos y ocasiones especiales que me enriquecen; que me concientizan de que no puedo sino dar gracias a Dios por el mayor de los regalos; la vida.

Edric Vivoni Farage
Desde la Casa Grande
Hacienda Luz de Luna
Barrio Yahuecas, Adjuntas




      Tus memorias sobre el pasado y el presente de la vida en La Parguera recogen imágenes muy familiares. No coincidíamos siempre, pero los personajes principales de aquel escenario veraniego del poblado eran lienzo plasmado, casi inmovil. Me viene a la mente la figura de Don Fei Pabón sentado con su violín frente a su tiendita. Era  también constructor de botes, de los típicos artesanales. Mi padre le compró su primer bote y le puso por nombre Zerimar. Recuerdo que en su tiendita me tomé mi primera cerveza, una pequeña, marca India. Luego Don Toñin Cancel - aquel señor, grueso callado, casi inmóvil, añangotao, o sentado en una banqueta bajitita, frente a su pescadería. Nadie puede olvidar a Don "Grabiel", hombre diminuto, siempre de pie, detrás del mostrador de su colmadito ubicado frente a nuestra casona. Siempre dibujaba en su rostro una sonrisa típicamente parguereña que delataba respeto. De su rostro se transparentaba un deje de simplicidad humana. Recuerdo también a Don Vicente Cotte o Don Viche, el gobernador de la Mata de La Gata. Prohibía las caricias en la Isla. Un hombre totalmente curtido por el sol. Parecía náufrago más que gobernador. Luego Narciso hijo de Viche. Claro, Don Viche, Don Toñin, Don Gabriel (quien duró cien años) murieron hace algunos años, pero Narciso vive y pesca. Es todavía buceador de langostas. Tiene unos setenta y dos años. Junto a él, Froilán pata de palo, otra figura parguereña. Es hoy dueño una pescadería privada y diríamos, la principal de la Parguera. Titín el guitarrista de las antiguas fiestas patronales ya está retirado. Muchas veces lo escuché cantar en la placita junto con el Rubio. Luego Yiye ya difunto, Don Tomás, Don Tino, etc.; todos ellos le daban estirpe, cultura y sabor a La Parguera.
       Ni hablemos del paisaje. Entrando a La Parguera, al pasar la segunda lomita entrabamos a un bosque revestido de las famosas barbas de Ulises. Estas barbas era plantas parasitarias que colgaban de sus ramas. Mi madre se ocupaba de llenarnos de entusiasmo. Veíamos a lo alto de los árboles, aquellas barbas bailar alegremente abatidas por el viento que soplaba del sur al atardecer. Luego despertar en las mañanas con el rugido de los pelícanos y las tijerillas, el grito de los pescadores que anclaban en la bahía recogiendo velas. Era toda una coreografía, obra maestra de pescadores expertos que sin motor hacían perpecias hasta posarse a pura brisa y vela ante su muerto. Los muertos eran anclas permanentes o motores de autos abandonados que se lanzaban a la bahía para servir de anclaje seguro a cada pescador. Qué maravilla, que espectáculo ver todos esos pescadores, quien sabe si unos quince o más de ellos sacar de sus viveros - lo que eran parte indispensable de cada velero - toda la pescadería del día habiendo levantado nasas y más nasas desde el amanecer en la Margarita o en el Turrumote o en el beril. No faltaba aquel rito tan poco agradable de escamar y destripar todo el pescado del día. Aquellos desechos eran banquete de toda la rapiña aérea que revoloteaba sobre pescadores y pescados. Se acercaban desde tierra también, como si fuera poco, aquellas lechonas paridoras del poblado. Ellas se metían al agua, hasta el cuello para comerse aquellos suculentos desperdicios. En ocasiones llegaba alguno que otro pescador con aquellos careyes enormes que ponían boca arriba frente a la pescadería de Don Toñín. Era patético verlos uno junto al otro, ojazos tristes, mirando el cielo raso en espera de algún comprador. La muchachería se entretenía con ellos tentándole la boca con palos y otros objetos. Quien fuera presa de la mordedura de un carey podía despedirse de sus dedos.
        Los pescadores de La Parguera y sus veleros eran un enorme escenario de vida para nosotros, los que pasábamos nuestra niñez veraniega allí. Me parecía su tan arriesgada y habilidosa profesión la de los reyes de La Parguera. Luego los cuentos y más cuentos que hacían sobre la cojinúa o la tintorera, que inspiraba un cierto respeto por esa tan digna y aventurosa profesión.

Carlos Manuel Ramírez