viernes, 6 de julio de 2012

¡A la carga!


Parafraseando a alguien que aprecio: 'En éste pueblo, lamentable y desgraciadamente el valor de las cosas depende de quién las dice’.  Parafraseando a un amigo: ‘Si dicen que están de acuerdo pero no hacen nada, en realidad no lo están’.  Parafraseándome: ‘El protagonismo nos tiene divididos en miles de parcelas’.  El razonamiento de un 'patriota' puertorriqueño ‘comprometido’: ‘Yo no puedo atender ese asunto ahora, ya que estoy desempleado.'

    Comentaristas y analistas interpretan y divulgan nuestros males sociales. ¡Cuánto tiempo invertido en ‘educar’ sobre  el meollo de eventos de tal naturaleza!  A éste lado, los receptores de los medios vayvenimos entre la adicción novelesca y el hastío.  Se difunde un país desmoronándose, abarrotado de desdichas, y los relatos versan sobre cómo y por qué.  Al final de cuentas, nos sumergimos en una calamidad victimizante.  La impotencia y la incapacidad terminan por alojarse en la mente y el espíritu de muchos puertorriqueños.  Surge la noción de que los problemas están más allá de nuestras capacidades y nos colocamos en posición de reclamar algún cíclope, aunque resulte monstruoso, que se responsabilice de resolverlos.  
   [No somos ingenuos al excluir en éste momento las repercusiones que nuestro desesperado y desenfocado reclamo tiene en el asunto de las preferencias de estatus.]   
    ¿En quiénes ciframos las expectativas? En fraccionadas organizaciones emblemáticas y candidatos moldeados por las estrategias y las encuestas; en los políticos y el gobierno.  Por eso la sumisa permisividad ante el gigantismo gubernamental convertido en aparato asfixiante en lugar de facilitador de iniciativas privadas.  Por eso el desbarajuste de limitar en lugar de garantizar libertades ciudadanas.  Y nos involucramos, porque a pesar de haber comprobado reiteradamente su disfuncionalidad para servir y administrar el país, los humanos requerimos de pasiones y esperanzas…aunque sean puros espejismos.  Se nos enseña que ejercer el voto cada cuatro años es nuestra aportación al bienestar político del país, pero eso resulta en una verdadera locura.  El sistema electoral tan sólo nos permite votar por personas que eligen los partidos basado en criterios que muy poco tienen que ver con la sabiduría, la sensatez, la capacidad administrativa y un espíritu de servicio.  Se trata del caldo de cultivo para quienes apetecen poder, fama y dinero.

Un pueblo niño
  La solución está en nosotros.  Resolveremos la mayoría de los problemas clarificando y definiendo conceptos, estableciendo prioridades, uniendo capacidades, formando alianzas, usando la creatividad y la inventiva, y poniendo la voluntad y el corazón en ello.    ¡Contamos con la ayuda de Dios para lograrlo!     
     Conllevará un cambio en la organización y el estilo de convivencia social.  Cuando dejemos a un lado el protagonismo interior que demanda la inseguridad colonial, así como el divisionismo ideológico resultante, aprenderemos a ser pueblo.  Debido a esa ausencia es que todavía somos corderos, en lugar de carneros.  ¿Lo duda?  Dele un vistazo al escudo.  

               


Versión original.

¡A la carga! - El Nuevo Día

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