miércoles, 30 de enero de 2013

Darío Padín Mimoso

       Mi amigo...mi hermano.  Te fui a visitar la semana pasada y no coincidimos.  Sí, estuvimos frente a frente, en el mismo lugar, pero en dimensiones diferentes.  Estando presentes, tú estabas ausente.  Ni el verbo que gustabas tanto, ni tus gestos tan característicos, ni siquiera una sonrisa...una mirada.  Transitabas en un espacio sin consciencia.
Me desesperé.  Me entristecí.  Agoté infructuosamente el esfuerzo por encontrar un puente; una frecuencia de contacto. Finalmente acepté tu realidad.  La que en otra existencia argumentamos tanto: "Compañero a destiempo de luchas estériles, de caminos mil veces andados…”. Sí, la admití sin alternativas y entonces sólo te hablé con la esperanza de que mis palabras penetrasen, sin yo saberlo, el muro divisor.  Que en algún instante lúcido, sin saber tú la procedencia, llegase el eco de mi aprecio por una amistad que nos marcó a ambos.
Darío y Myrna (1997)
Repasé junto a tí las bohemias en La Fonda del Callejón, aquella separación inexplicable de tu única… Myrna.  Cómo a pesar de ello, nos visitaban juntos acá a la montaña.  La canción que compuse:  “Ay mi pueblo sin bandera, aún con gente sin fronteras, cómo puedo yo entender cosas sin explicación…” Fuiste el único que la cantó acompañándote de tu guitarra. (La misma que le obsequiaste al menor de mis hijos, Ventura.)  Desde pequeños los míos te llamaron Tío Darío.  Tu primer libro de versos lo ilustré: Mi lira poética.  El viaje que dimos a Vieques durante aquella epopeya. 
Edric, Darío, Rubén y Fernándo en Vieques   Foto Luchy Vivoni
Lo otro no te lo mencioné: 
Cuando comen- zaron los episo- dios de pánico, los espacios en blanco, los relatos y las preguntas repetitivas, los olvidos y la mirada parpadeante que precisaba de la palabra que no encontrabas.
Me despedí.  Te di un beso en la frente. Ahora lo hago de otra forma.  Será a modo de una elogía, un epílogo y un hasta siempre.  Nos vemos hermano.         


lunes, 28 de enero de 2013

De la montaña a la mar


       Es mayo y en el mes la lluvia ha sido copiosa. Bajamos hacia la costa por la ruta de Duey desde el vallecito encantado entre los montes de Yahuecas donde vivimos. Lo hacemos en paz. Queremos capturar instantes de belleza y majestuosidad de los picos más altos para un proyecto fotográfico que juntos ideamos. 
Irma, Carlos Manuel, Edric y Luchy en la caseta de La Parguera
   Circundamos a Yauco y a Guànica camino a La Parguera.  Este fin de semana lo vamos a pasar con Irma y el primo Carlos Manuel.  La invitación culmina mutuas expectativas de compartir y llevamos una buena provisión de chinas, plátanos, mafafos, calabaza, dulce de limón y queso del país. Tras doblar la curva de los recuerdos y las tres lomitas en la carretera, arribamos y nuestros anfitriones nos presentan para completar la mixtura; pescado y otras tantas exquisiteces.
   El muellecito nos conduce a la casita de madera tricolor: amarilla, verde chatrè y azul claro.  Respiro el salitre y nos acomodamos.  La cena incluye capitán a la barbacoa con tostones y nos chupamos hasta los dedos saboreándolo todo. Salimos caminando hacia el poblado, pero ya no es como antes y decidimos buscar el auto; así tienen que disimular menos las extremidades inferiores. 
     Todo ha cambiado mucho desde los veranos de la infancia que pasé con mis abuelos paternos. Aquella casona verde en el pequeño cerro, de blanco balcón balaustrado, puertas de celosías, reposaba sobre altos y enfilados socos. Alrededor, la de los Ramírez, Mercado, Cabassa, Martín y alguna otra que no recuerdo. Desde allí descifraba, cerca de las once, los puntitos blancos en el horizonte marino; los veleros improvisados por pescadores de sueños que regresaban con la anzuelada. El mar siempre estuvo moteado con mancharones verdes, siendo el mayor de ellos, Magueyes, el islote convertido en zoológico. Aprendí de niño a comprar pescado en el muelle. Con peso y medio conseguía meros, pargos y arrayados y por diez centavos más, me los entregaban escamados y limpios.
Victor, Carmen R., yo, Tía Regina,  Tata Fina, Abi, Chiqui, Abuelo





   En las tardes era el chapuzón del grupito de primas y primos, de algunos amigos y amigas en el ‘Bañito de Abi’. Así llamé siempre a mi abuelo. Era una casucha, la primeriza de otras cientos que con el paso de los tiempos llenaron esa parte de la zona costera.  Sus maderas eran lanudas, curtidas por la sal y la brisa; el techo era de cinc en dos aguas. Un cuartito con un banco para cambiarse los varones y al otro lado, el de las muchachas. Hacia el mar un balconcito, una escalera, una verja de alambre coronada por una tabla que sobresalía como un pie y enmarcaba el área de nado de unos 12 x 24. En el fondo, arena de Playita Rosada que se traía todos los años.
     Pero como dije, ha sido mucho el cambio. Es sábado en la noche y hay un tropel de juventud luciendo modas y estilos, muchachas exhibiendo las carnes fronterizas, ‘raperos’ y todo lo que ha llegado después y que me resulta extraño.  Es el ‘compartir moderno’ que se da en docenas de kioscos y barras que responden al nombre de ‘pubs’, dentro y frente a los cuales se compite y ‘socializa’ bajos los efectos del licor.
     Atrás quedó la tienda de Don Fei y su violín nocturnal, el llanito donde se colocaba el palo encebao, la manada de cabras, las cerdas que joseaban entre el agua y el fango, el cielo lleno de tijerillas, gaviotas y pelícanos, los miles de cangrejitos, el cine sabatino de siete chavos (un cepo de sacos de papa tejidos y amarrados entre bambúas, con banquitos sobre el cieno seco luego que bajaba la marea y por cubierta, la intemperie). Lejos está aquel cafetín de la esquina con la vellonera y las canciones de Felipe Rodríguez, los Churumbeles de España, Sarita Montiel con su fumando espero y aquello de…“en una jaula de oro, pendiente de un balcón se hallaba una calandria cantando su canción”.
Los cayos de La Parguera/ conglomerado de barcos a la izquierda
   Regresamos y el primo y yo conversamos hasta horas de la madrugada sobre las cosas importantes de la vida.  ¡Claro que siguen existiendo!
 Cuando amaneció, desperté primero y en la tranquilidad de la terracita olvide las añoranzas del pasado, recuperé el presente y la alegría de la vida y escribí:
     “El sol baila la danza de las olas. Miro desde el balcón de la casita de Carlos Manuel el mangle; la madeja de raíces apuntaladas que sostienen las copas de menudo verdor. Sus saetas y lanzas añoran el agua y procuran saltar rumbo a la gravedad.”
     “Hombre y flora comparten - las aves marinas revolotean y a la distancia el resplandor del astro se convierte en plato diamantino.”
     “Los botes anclados forman hileras de parchos albinos; de antenas inquisidoras que miran al cielo; que duermen y sueñan con vibrar y sentir la tensión cuando el ser que vuela bajo las olas se ensarta y se rinde precisamente en el momento de su victoria sobre la carnada.”
   “Hay pasadizos entre islotes y cayos - nidales de garzas y pargos. El hombre marca sus contornos desde el fondo, delineando la navegación asegurada.”
   Desayunamos en el Villa Parguera.   Meditamos, dialogamos, bromeamos, sacamos fotos y películas de lo que mañana serán recuerdos del pasado.
Capitaneando El Bohique
   Capitaneé al velero Bohique y bajo las instrucciones de Carlos, fondeamos para darnos un chapuzón en Cayo Enrique, cerca de donde el pariente Geño Ramírez Acosta construyó una caseta de la cual sólo tres pilotes han sobrevivido los embates huracanados.
   Tarde en la tarde recogimos sin prisa, habiendo saboreado cada instante. Partimos con la misma alegría, pero mas completos y enriquecidos que cuando llegamos.  Luchy y yo hablamos por todo el camino; analizamos y agradecidos concluimos que tan sólo ha quedado pendiente la subida de estos primos del mar a la montaña.   
 
(Escrito original es del 8 de junio de 2005. Le obsequié una copia a Carlos Manuel que exhibe en su caseta.) 

martes, 22 de enero de 2013

Como cucaracha en baile de gallina


En un lugar no muy lejano, pero mucho más cercano de lo que imaginamos, un jíbaro dedicaba su granja a la crianza de aves.  Tenía varios gallineros y abrigaba la esperanza de convertir aquel esfuerzo en su pan nuestro de cada día.  El anterior dueño había hipotecado el terreno y sangrado a las aves exigiéndole mucho más de lo que correspondía a la pobre alimentación que les proveía.
Luego de una buena limpieza y habiendo desganchado los árboles más cercanos a las jaulas, el gallinero cambió de apariencia.  Una quebradita suplía agua fresca y la brisa mantenía pura la atmósfera.  El sol era el necesario para conservar seco el terreno, pero con poco esfuerzo las aves podían revolcarse en tierra suelta y asearse.  Era suficientemente fértil como para escarbar y obtener las proteínas de su dieta: las lombrices.  Los nidos  eran cómodos, cobijados y bien ventilados.  Tras la tela metálica se encontraba un señor gallo, su harén de veintidós jerezanas y un centenar de pollitos, alimentados ahora con el mejor de los maíces. 
Todo marchaba de maravilla hasta que un día hizo su aparición una tremenda cucaracha que pretendió cruzar a través del corral ¡y para qué fue aquello!  Causó tal revuelo que unas corrían despavoridas en pos del insecto y otras asustadas, cacareando saltaban y volaban sin saber a qué se debía aquel corre y corre.  De nada valieron las condiciones idóneas, la paz y el sosiego y la situación requirió de atención inmediata.  El señor gallo convocó a una asamblea de emergencia y habiendo reunido todo su séquito, al día siguiente fue llamado el orden para atender aquel asunto.
- “Muy queridas y amadas gallinas, las he convocado para que atendamos la crisis que provocó ayer la presencia de un enorme insecto alado en el gallinero.  He creído necesario reunirlas para que evaluemos lo sucedido y para que establezcamos varias medidas que eviten que algo así vuelva a ocurrir. Precisamente ahora que tenemos alimento fresco y condiciones de vida como nunca antes, esta situación puede poner en riesgo nuestro bienestar.  Ustedes saben que el estrés reduce sus niveles de postura y que los pollitos crean una tendencia a ser nerviosos, lo que prolonga su periodo de crecimiento.  Estoy convencido que si algo así sucede, todos saldremos perjudicados.”  -
- “Señor Gallo”, dijo la rubia pescuesipelá; “me ha parecido muy buena la idea y no cuestiono su intención... pero entiendo que los pollitos son una parte directamente afectada por lo que aquí se decida.  ¿Cómo es qué usted pudo tan tranquilamente dejarlos fuera?, después de todo no puede ignorarse su parecer o sustituir sus ideas.  Ellos son el futuro: los pollitos son primero.” -
Algunas de las gallinas asintieron y otras, con la mirada trataron de determinar cuántas apoyaban la idea de la asistencia de los pollitos.  Las más viejolas comentaban que el señalamiento había sido una imprudencia y una falta de respeto que colocaba en jaque la autoridad del gallo. 
-“Bueno...”, comenzó a ripostar el gallo al ser interrumpido por la gallina lorigada.  Ella era una de las fieles y tratando de romper el hielo y sacar al gallo del apuro, trajo de nuevo el tema del revolú. 
- “Me parece que usted tiene mucha razón al preocuparse por el desorden que se formó.  Eso de que las gallinas salgamos corriendo por dondequiera y cuando queramos no puede permitirse.  Yo sugiero que se reglamente, de manera que estemos preparadas por si acaso aparecen otras cucarachas.  Cada una debe tener igual acceso y la misma oportunidad de capturarla.  Debe haber alguien asignado a su vigilancia y cuando una sea divisada, todas las interesadas nos colocamos tras una línea.  Para que el proceso sea totalmente justo, sugiero que compremos un revolver de los que usan los jueces para dar la salida en el deporte de pista y campo.  Le asignamos la posición de operadora a una de las gallinas más serias y respetadas y de este modo todo el mundo sale ordenadamente.  Así nadie sacará ventaja indebida.” -
- “Muy buena idea” dijo la gallina ceniza de los muslos largos y fornidos y sugirió que se comprara un cronómetro de manera que se mantuviese un registro de los tiempos que tomase la captura de la cucaracha.  “Podemos convertir el asunto en un deporte y como alguien muy famoso dijo: cuerpo sano, mente sana.” - 
- “Y no solamente eso”, brincó nerviosa y entusiastamente una gallina pinta, “podemos comenzar una crianza de cucarachas bajo controles de calidad y con miras a que sean buenas corredoras.  Incluso podemos convertir esto en un buen negocio vendiéndolas  a otros gallineros.” -
“Tremendo”, dijeron unas mientras el gallo miraba hacia arriba pensando cómo responder a aquellas propuestas.  La negra moñuda había hecho un esfuerzo por mantener su compostura y notando que el gallo analizaba lo que para ella resultaban ser conceptos desplumadores irrumpió con un tono muy gravoso.
- “Queridas y amadas compañeras, pollitos ausentes, señor gallo.  Desde tiempos inmemoriales y a pesar de los seres humanos, nuestra especie ha sobrevivido.  Ello se debe al valor que nosotras le hemos conferido a la vida.  Ha sido una lucha ardua que ha conllevado sacrificios.  Siempre ha estado activa la protesta en contra de la presencia de ‘Cherch’ y ‘Quentoqui’.  Como criaturas de Dios, dotadas de vida y capacidades, corresponde en este momento reconocer que ese derecho sagrado no solamente se limita a nuestro género.  Ese don divino ha sido extendido a otras criaturas hermanas.  Aceptemos el reto y aprovechemos la coyuntura histórica proclamando que el derecho a la vida es innato a todos los seres, incluyendo a nuestros hermanos los insectos.  Es repudiable que se intente convertir en alimento a las cucarachas y mucho más el que algunas de las aquí presentes pretendan que esa atrocidad sea considerada como un deporte o un negocio.”
Se escucharon voces de apoyo, otras de preocupación y aún de temor.  Surgieron argumentos respecto al balance ecológico y cómo la cadena alimenticia se vería afectada si se reducía la población de cucarachas.  La gallina pinta pensó, pero no se atrevió a expresar, que el razonamiento de la negra moñuda debía ser extensivo a las lombrices, mas no quiso hacerla lucir mal ya que sabía cuánto le encantaban. 
Unas pocas de las gallinas indicaron que toda aquella discusión era en vano mientras no se contara con todos los poderes para determinar lo que sucediese dentro del gallinero.  Por esa misma línea, otras propusieron desarrollar un plan que les permitiese disfrutar de los beneficios que les proveía el jibarito y a la vez ser más independientes.  No faltó la que expresó que el problema básico era que ellas eran gallinas del país y que hasta tanto no actuasen, sintiesen y pensasen como las blancas, regordetas y cresticolorás del extranjero no habría verdadero progreso.
La paciencia del gallo llegaba a su límite, pero los argumentos eran cada vez más elocuentes, extendidos y elaborados:  la cosa se fue complicando.  Las diferencias entre las gallinas fue acrecentándose.  Las horas se convirtieron en días, los días en semanas, las semanas en meses y estos en años.  Las aves envejecieron, otras murieron y fueron sustituidas por pollitos que a su vez se convirtieron en gallinas y gallos... que también se avejentaron. 
Y uno piensa, en toda la energía, en las buenas intenciones y los razonamientos que se invirtieron en aquel gallinero... tan sólo por aquella señora cucaracha que iba de paso, casi bailando. 

[Escrito del 2002, encontrado en mi vieja computadora.]

domingo, 20 de enero de 2013

Caterlinga, el cuento de una potrilla

      Se había criado entre los pastos verdes de las tierras altas.  La humedad del rocío que acariciaba sus pequeños lomos, le profería un brillo especial a su pelaje cebruno.  Había nacido aquel verano del 77, casi perfectaCreció silvestre y libre, como una princesita entre la pequeña manada.  Las alas del guaraguao marcaron el tiempo que transcurrió y es que el tiempo es como el viento; pasa y sólo vemos su efecto.
Su crin baila como bandera flotante...
      Un leve toque de la jáquima le muestra el giro a tomar.  Su caminar es brioso, con ritmo cadencioso a cuatro tiempos; como yegua fina, de raza patria.  Lleva su cabeza arqueada y bien colocada; ni muy al frente ni muy atrás.  Sus orejas, pequeñas, enfiladas hacia los montes, despiertas, como antenas nerviosas captando lo que acontece; atentas a cualquier sonido que le indique si debe serenarse o aligerar su ejecución.  Su crin baila como bandera flotante y se hace acompañar de una cola graciosamente levantada.  Al pasar juega con el terreno; levanta mil piedrecillas y ricas partículas del suelo.  Y por supuesto, coquetea con el viento y es dueña del tiempo y el espacio. El guaraguao levita muy cerca de un pico no muy lejano de la hacienda; observando.
     Combinaba con perfección la docilidad con el brio; la libertad, con seguir el comando. Se destacaba en cualquier grupo, en la competencia o en el campo. Un día sin saberlo, como suelen ser muchas de las glorias y los momentos esperados, sería escogida para reina de un rebaño; no había razón o excusa para dudarlo. 
     Valió la pena.  Los días y las noches de penuria.  El cabestro que acomodó y achicó la cabeza y arqueó el cuello.  Aquella varita larga que salpicaba con espinitas las patas traseras, que le enseñó a siempre dar el frente, nunca la espalda.  Los sonidos estridentes de latones que asustaron en un principio, las sombrillas y las sábanas que como espectro aparecían de repente y le hacían brincar de susto; a través de ellos aprendió a mantenerse confiada, a no perder el ritmo y el tiempo, pasara lo que pasase.  El cincho que apretó la cintura, la silla y el peso sobre el lomo que tanto trabajo le dió a mediados del comienzo.  Aquel freno duro y frío sobre la lengua; ¡qué mucho le había incomodado!  Fue todo un proceso que le llevó de potrilla a yegua; de princesa a reina.
Lusel en sus 20
      Tenía la casta y había sido enseñada por un hombre sabio que se mantenía a la sombra y que a su vez, estaba siendo entrenado.  Y la luna estuvo siempre presente y el guaraguao, observando.
      Y dejó de llamarse Caterlinga y su nombre vino a ser la famosa Cildonia de Samisú.  [Final del principio de una llave.]

   Para mi hija Luz de Selenia el día de su cumpleaños número veinte.  En Adjuntas, Puerto Rico a 18 de julio de 1997.
   

sábado, 19 de enero de 2013

Pensando en el 97


     Se nos va la vida; se nos escapa en crisálida, en un abrir y cerrar de ojos - sólida, contumaz, repetitiva, concéntrica, asfixiante y esperanzadamente.  Como ciegos desciframos los aconteceres, quebrantamos las piedras, resbalamos en el limo, en la misma cáscara, tropezamos con los obstáculos; caemos y nos levantamos; fuimos perforados por la gota que cae del cielo, o de la tierra, o del corazón o del pensamiento; por el roce continuo que nos pule.
Guayacán finca José B., Lajas      Foto E.Vivoni
     Limité la mirada y vi las ramas de los árboles, las copas, los rayos del sol que se asomaban chispeantes cuando batía el viento entre las hojas.  Y más allá sólo vi el brillo que cegaba, y no comprendí el espacio que había – pero carecía de importancia.
     Esperé – aguardé – soñé y se asomó el azul sobre el azul de las arenas. Valió la pena; sí valió la pena.  Pasó y dio paso a los pasos que anduve por el sendero que abrí; por el hueco que despejé tras mucho trabajar.  Un pequeño espacio que no era mío; pero que fue como si lo fuese y aspiré a su eternidad al confundir el vacío conmigo mismo.
     El aire, el fuego, el agua y la tierra. El aroma, el fogonazo del que calienta, el aire húmedo que se precipita y la tez que erosionan los gusanos. El ansia de vivir, el ‘feeling’ que brota de adentro (los muchachos piensan con las hormonas); el amor transparente, refrescante; el tejido de la vida que va sucumbiendo frente al reloj.
     Así será cuando la cadena que no se rompe alcance otras dimensiones; cuando se despegue el último eslabón y flotemos en la esencia. Un nuevo mar, frontera; luz circundante.  Valió..., valió la pena – tan sólo fue un comenzar; una continuación; una sola consciencia.

Edric E. Vivoni Farage
7 de julio de 1997
Adjuntas, Puerto Rico

(Escarbando en viejos papeles; organizando mi estudio, encontré éste escrito en mi puño y letra alrededor de un boceto imperceptible. Son pensamientos míos de hace quince años.  A 19 de enero de 2013.)

jueves, 3 de enero de 2013

Un Nuevo Puerto Rico, Año Nuevo, Gobierno Nuevo


Escuché casual y recientemente la entrevista radial hecha a un ex alcalde y ex senador del PPD.  ‘Hay que aumentar los réditos debido a la crítica situación del país:  pobres, clase media y alta tendrán que sacrificarse o nos hundimos todos.’  [En ningún momento le oí hablar sobre el sacrificio de la clase gobernante.  Mucho menos de la economía que significaría la unicameralidad o la eliminación de las leyes de cabotaje; aspecto en el cual alegadamente están de acuerdo los tres partidos y respecto al cual llevo mi propia campaña a través de éste blog.]  Con toda probabilidad, ésta linea de pensamiento represente el modo de pensar de nuevo-viejo liderato Popular.    El voto de castigo a la administración Fortuño tuvo que ver con el rechazo a la desfachatez, la zamacuquería, los abusos, la sobrecarga de impuestos, reglamentación, federalización y de una recua de contratos multimillonarios para amistosas asesorías, publicidades y cabilderías.  El electorado no sólo expresó su protesta al estilo PNP y su versión de lo que significa gobernar; también cifró esperanzas en un mejor Puerto Rico bajo nuevos administradores.      Aunque hay que ser bastante ingenuo para creer todo lo que dicen los políticos, eso fue lo que prometieron y a eso se obligaron.    Atendiendo la radio, por un momento, me dio la sensación de estar ante un piraguero: idéntico bloque de hielo, la misma raspa, igual cono, pero con el carrito y el ‘sirop’ de otro color.  ¿Más de lo mismo?  ¡Noooo!        Queremos y necesitamos un Nuevo País.  Existe una insatisfacción generalizada que tal vez no pueda precisarse; pero que es muy importante descifrar. Ello debe darse dentro del respeto a las libertades individuales y a la búsqueda de la felicidad que legítimamente procura cada ciudadano.   La constitución, que es nuestra ley básica, se estableció para limitar la gestión gubernamental y evitar que en su ejercicio se violen derechos civiles. Cuando los gobiernos abusan y tiranizan, la gente se rebela o termina deprimiéndose colectivamente.  En nuestra historia hay pocas instancias de rebeliones, pero de la depresión, las personas se protegen y muchas veces escapan cambiando de territorialidad. Entre los que se quedan, hay los que terminan narcotizados, delinquiendo y con poca iniciativa.  ¿Suena familiar, verdad?El momento requiere inventiva, creatividad y auto restricción guber-namental.  Hay que deshacer lo negativo que se hizo antes para comenzar a construir, pero es mucho mas que eso.  No se trata de hacer que funcione mejor el sistema, sino de crear uno nuevo. Hace falta un modelo de país que responda a las necesidades y los mejores intereses del pueblo y no de los gobernantes. Eso significa cambiar la manera de pensar... re aprender.  El gobernador podrá designar un gabinete de 'excelencia', pero si no cambia los elementos de la ecuación y no educa a su equipo de trabajo para que dejen de operar bajo el mismo fundamento, tendrá serios problemas.  Como el cambio no es cosmético, sino sobre la propia razón de ser del gobierno; puede, debe y tiene que contar con el pueblo.  Si lo incorpora al proceso educativo, lo respeta; si dialoga y valora su voluntad; si crea un espacio que de rienda suelta para que ejercite sus talentos e inventivas...ganará. ¿Que es más fácil y menos arriesgado seguir con lo mismo? Seguramente. Todo gran logro ha tenido que superar esos factores. Si no lo hace, antes de comenzar su gestión habrá perdido.      Señor Gobernador, queremos que gane y sobretodo, que gane Puerto Rico.