La familia Vivoni era bien conocida en San Germán. En ese pueblo viví hasta los seis años de edad, mayormente, en un ala independiente de La Manguera, nombre por el cual era conocida la casa de mis abuelos paternos. Había estudiado kinder y primer grado en el Colegio San José, con primos y amigos de siempre.
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La carretera originalmente estaba pavimentada en brea.
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Un día, sin cuestionar o entender por qué, Mamá, Papá y tres hermanos salimos en caravana hacia la Central Aguirre. Dos camiones militares que papá, siendo ingeniero y contratista, usaba en las construcciones y nosotros, en un Ford sedán del 1949. Cruzamos por muchos pueblos y finalmente, luego de pasar a Salinas, doblamos a la derecha por una carretera estrecha y recta, bordeada de palmeras a ambos lados.
Llegamos a una casa espaciosa, de un estilo diferente, igual a las circundantes; de madera, balcón amplio, de cuatro aguas y techada en cinc. Allí viviríamos durante varios años y luego, cuando creció la familia, nos mudamos a una un poco más amplia. En Aguirre viví hasta que salí a estudiar en el Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas en Mayagüez (CAAM).
Aguirre era un mundo distinto. Estaba estratificado geográfica y socialmente. La casa del presidente. Mr. Eugene Rice era la más grande y estaba ubicada en una loma. Contaba, a cierta distancia, con una tormentera. En la calle más contigua, estaban las casas de los jefes de departamento, comenzando con la del administrador y así sucesivamente, en forma de abanico, hasta llegar a las casas más pequeñas, las cuales eran ocupadas por los capataces y listeros. Las residencias más humildes estaban en Montesoria, una villa pesquera que existía antes de que se estableciera el 'Company Town' de Aguirre. Muy cerca del molino donde se exprimía la caña y se elaboraba la azúcar, los almacenes y
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Nuestra segunda casa en Aguirre |
en dirección a la bahía, había un gigantesco muelle y a su lado un 'conveyor' por donde era transportada el azucar a granel hacía los barcos que venían a acarrearla. Igualmente estaba el terminal y los talleres de mecánica de los trenes de carga. En dirección al poblado estaban las oficinas administrativas y luego el correo postal, el telégrafo, el teléfono, una plaza y un pequeño centro comercial (Supermercado Caribe) que tenía un colmado, farmacia, heladería, fábrica de hielo y una cafetería (El 'Rendevú). En la esquina estaba el banco federal Credit Unon. Contiguo, pero con una calle de por medio, el cine y la barbería y más adelante el restaurante de Pedro, el parque de pelota y el
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Vista de la bahía, el muelle, molino, chimeneas, almacenes, garage y oficinas administrativas |
Hotel Puertorriqueño. Algo más adelante, el Club Americano, que incluía, bolera, piscina y salon de billar y justo al lado, el Hotel Americano con su restaurant. Había una escuela pública (Woodrow Wilson) y el Aguirre Private School (educación en inglés). Otras facilidades incluían una iglesia evangélica, el hospital, el apartamento de las enfermeras, un campo de golf de 18 hoyos y un amplio salón de baile y barra. En el Club de 'Golf' se daban ciertas obras y programas cantados realizados por los estudiantes de la 'escuelita' bajo la dirección de Mrs. Robertshaw, así como las fiestas que celebraban los 'americanos' de Halloween, de fin de año y de conclusión de zafra. Eran a dos y tres orquestas: La Panamericana, Papá Candito, El Gran Combó, Pablo Elvira y sus violines, La Happy Hills, La Orquesta de Roberto Ortíz, Los Concertinos y otras. (Ahí aprendí a bailar y a cantar.) Había a la entrada, luego de la recta de palmeras, una gasolinera y más adelante, una cuadra de caballos, a cargo de Eusebio, que los hijos de los ejecutivos y de ciertos empleados podían usar los sábados para montar, siempre que Mr Bickford le firmase un papelito amarillo autorizándolo. Había dos clubes náuticos, el 'americano' y el puertorriqueño.
Durante la zafra, algunos eventos marcaban el transcurso del tiempo: el pito que sonaba a las 7:30 de la mañana, a las 12:00, a la 1:00 y a las 4:30 de la tarde. Lo otro, era la llegada de los trenes con los vagones repletos de caña.
Los muchachos sabíamos que el último tren traía la variedad 1020, la más dulce y solíamos correr detrás del vagón final para arrancarle un par de tallos y saborearla. Esas vías del tren corrían paralelas a la carretera que llegaba a las primeras casas de Aguirre, muy cerca de los manglares. Muchas fueron la veces que salíamos de noche, con jachos o linternas, a coger jueyes y después a engordarlos para disfrutar de una jueyada.
Estudié en las dos escuelas de Aguirre, un año en la pública y el resto en la 'americana'; tuve más amigos puertorriqueños que 'americanos' y novias de ambas nacionalidades, incluso una cubana. Aprendí más de la historia y la literatura estadounidense que de la española o la puertorriqueña. Hice amistad con pescadores de Montesoria y junto a Rolando Thillet, compañero aguirreño y amigo, salíamos de noche a pescar con ellos. En Aguirre viví dos culturas distintas, a veces contradictorias y en gran medida separadas. Las integré junto a las visitas que hacía durante los veranos, a La Parguera, a San Germán y a Mayagüez. Con este trasfondo, aún viviendo en Aguirre, entré a estudiar a la escuela superior en el Colegio San Antonio de Guayama. Luego completé un bachillerato en el CAAM, viviendo cuatro años con mis abuelos y tías libanesas en Mayagüez y finalmente ingresé a la Facultad de Derecho de la Universidad de Puerto Rico.
Nuestro trasfondo vivencial no determina, pero siempre y en gran medida influye, dependendiendo de cómo lo procesamos, en nuestra presente manera de ser.