Lugar profundo, oscuro... que a simple vista no es visible y que en algunas especies de árboles muestran el lugar donde enyuntan con el tronco, superficialmente, sobre la tierra. Alguien dijo alguna vez que la justicia en una perra flaca que sólo muerde a los descalzos, pero esa es una verdad profunda, enraizada en un lugar donde la injusticia de las desigualdades prevalece, espacio que existe pero que muchos prefieren no examinar porque pudiese salpicarnos con cierto grado de privaciones y culpa; por decirlo de algún modo…, hemos estudiado para ser profesionales y habiéndinos
'quemado las pestañas', somos merecedores de beneficios inaccesibles a otros menos afortunados. Ese es un dilema de dimensiones político-ideológicas, pero mejor dejémoslo ahí. Concluyamos, destacando que un síntoma visible, para un observador no especializado, es que la población encarcelada, en su gran mayoría, posee una baja escolaridad y cuenta con limitados recursos económicos. A la hora de presentarse ante un tribunal, no es lo mismo contar con el dinero necesario para pagar los servicios de un "buen abogado", que no disponer de ellos. Los resultados suelen ser diferentes.
Vayamos entonces a aspectos más visibles... a esa zona fronteriza entre la raíz y el tronco. Por disposición legal, los nombramientos y la confirmación de los jueces está en manos de los políticos. También es conocida la práctica de los gobernantes de nombrar adeptos a su partido a esas posiciones. Aunque no necesariamente esa manera tiene que resultar en un desvío del sano juicio y la imparcialidad de quienes se desempeñan dentro de lo que llamamos, impartir justicia, los propios políticos se han encargado de politizarlo, al extremo de viciarlo.
Nuestro sistema de tribunales fue creado para dispensar justicia de manera imparcial, pero para que este opere como se supone, (con la intervención, muchas veces del Departamento de Justicia y de la Policía), los puestos tienen que ser ocupados y desempeñados por personas competentes y responsables, conocedoras del derecho, ecuánimes y con una alta vocación de servicio al país. Este es el fundamento que da base a que los ciudadanos confiemos en el sistema y vivamos dentro de un orden y una paz colectiva. Cuando es así, no existen razones justificables o excusas para tomar la justicia en nuestras propias manos. Lo antes expresado equivale a un árbol frondoso que surge de unas raíces sanas.
La realidad en Puerto Rico es otra. Aquí se ha contaminado y corrompido el sistema debido a la intervención de los políticos. Dos casos recintes, demuestran a clara luz, cómo el partidismo ha intervenido para perseguir y perjudicar, al igual que para exculpar y atemperar penas. Han ocupado las primeras planas de los periódicos, los medios televisivos y el internet, dos casos: el de la exrepresentante Mariana Nogales Molinelli y el de la exgobernadora Wanda Vázquez Garced.
La pregunta que huelga es: ¿Y qué hacemos con el árbol maleado, que no da buenos frutos? Ese árbol está a la vista de todos. Lo que es cierto e inevitable, independientemente con lo que hagamos con ese árbol, es que las cortes, como sistema de justicia, no ofrecen al ciudadano promedio, la confiabilidad de que cumplen con su responsabilidad para con nosotros. Porque, despues de todo, el gobierno democrático y representativo, es por y para el pueblo.