En
el vaivén dentro del cual los puertorriqueños venimos desempeñándo nuestras
vidas colectivas, hemos terminado encontrándonos bajo la sombra de una señora
gobernadora y de un señor presidente. Y
no es que estemos a favor o en contra de ellos, porque independientemente de
que se trate de apoyarlos o censurarlos, nos hemos colocado bajo su zona de
dominio.
¡Nos absorben!
Elaboramos argumentos; unos como fanáticos defensores y otros, como acérrimos críticos. Invertimos una buena parte de nuestra energía vital en ello. ¿Cuál es el efecto? En términos de lo que hacen o dejan de hacer… ninguno. Es como si viviésemos en una especie de catarsis continua, expulsando de nuestro sistema las emociones ‘positivas o negativas’ que ellos provocan con sus actos.
Los medios han convertido este espectáculo en nuestra comidilla diaria. Salir de esa zona de reacciones, que luego elaboramos y manifestamos como ‘razones lógicas’ no es cosa fácil, especialmente cuando atemperamos sus efectos nocivos enajenándonos, entre otras cosas; con festivales, espectáculos, fiestas y chinchorreo. ¿Y por qué debemos salir de tal estado de situación?
Porque carecemos de un razonado y analizado
proyecto de país; uno cuyos objetivos sean intencionalmente ajenos al
partidismo. Este último arrima la brasa
al sartén de sus preferencias de estatus, según las interpretan los líderes de
turno.

Doy un ejemplo: es razonable y juicioso, siendo una isla, que aspiremos a la autosuficiencia alimentaria, pero si trabajamos en esa dirección, dependemos menos del Norte y eso ha sido interpretado como un camino hacia la soberanía y la independencia, y como consecuencia, se desecha. Bajo esa óptica, lo importante deja de serlo y lo accesorio y trivial, devora lo urgente. Es como un juego de espejos donde el bienestar real se vuelve invisible.
A la hora de la verdad, somos más
partidistas y defensores de insignias, del estatus… y ahora, más que
antes, fanáticos o detractores de personalidades políticas. Esa es la razón por la cual no existe una visión clara y un plan ejecutable que nos ayude a mejorar la calidad de vida de los habitantes de esta tierra.
antes, fanáticos o detractores de personalidades políticas. Esa es la razón por la cual no existe una visión clara y un plan ejecutable que nos ayude a mejorar la calidad de vida de los habitantes de esta tierra.
No hay resolución
de fin de año, o regalo de Reyes Magos que pueda sustituir la responsabilidad que
tú y yo tenemos al respecto. ¡Adelante! Que así
nos ayude Dios.

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