Parafraseando
a alguien que aprecio: 'En éste pueblo, lamentable y desgraciadamente el valor
de las cosas depende de quién las dice’. Parafraseando a un
amigo: ‘Si dicen que están de acuerdo pero no hacen nada, en realidad no
lo están’. Parafraseándome: ‘El
protagonismo nos tiene divididos en miles de parcelas’. El razonamiento
de un 'patriota' puertorriqueño ‘comprometido’: ‘Yo no puedo atender ese
asunto ahora, ya que estoy desempleado.'
Comentaristas y analistas interpretan y divulgan nuestros
males sociales. ¡Cuánto tiempo invertido en ‘educar’ sobre el meollo de
eventos de tal naturaleza! A éste lado, los receptores de los medios
vayvenimos entre la adicción novelesca y el hastío. Se difunde un país desmoronándose, abarrotado
de desdichas, y los relatos versan sobre cómo y por qué. Al final de
cuentas, nos sumergimos en una calamidad victimizante. La impotencia y la incapacidad terminan por alojarse
en la mente y el espíritu de muchos puertorriqueños. Surge la
noción de que los problemas están más allá de nuestras capacidades y nos colocamos
en posición de reclamar algún cíclope, aunque resulte monstruoso, que se
responsabilice de resolverlos.
[No somos ingenuos al excluir en éste momento las repercusiones
que nuestro desesperado y desenfocado reclamo tiene en el asunto de las
preferencias de estatus.]
¿En
quiénes ciframos las expectativas? En fraccionadas organizaciones emblemáticas
y candidatos moldeados por las estrategias y las encuestas; en los políticos y
el gobierno. Por eso la sumisa permisividad ante el gigantismo gubernamental convertido
en aparato asfixiante en lugar de facilitador de iniciativas privadas. Por eso el desbarajuste de limitar en lugar de
garantizar libertades ciudadanas. Y nos involucramos, porque a pesar de haber
comprobado reiteradamente su disfuncionalidad para servir y administrar el
país, los humanos requerimos de pasiones y esperanzas…aunque sean puros
espejismos. Se nos enseña que ejercer el voto cada cuatro años es nuestra
aportación al bienestar político del país, pero eso resulta en una verdadera
locura. El sistema electoral tan sólo nos permite votar por personas que eligen
los partidos basado en criterios que muy poco tienen que ver con la sabiduría,
la sensatez, la capacidad administrativa y un espíritu de
servicio. Se trata del caldo de cultivo para quienes apetecen poder,
fama y dinero.
Un pueblo niño |
Conllevará un cambio en la organización y el estilo de convivencia social. Cuando dejemos a un lado el protagonismo interior que demanda la inseguridad colonial, así como el divisionismo ideológico resultante, aprenderemos a ser pueblo. Debido a esa ausencia es que todavía somos corderos, en lugar de carneros. ¿Lo duda? Dele un vistazo al escudo.
Versión original.
¡A la carga! - El Nuevo Día
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hace 1 día – ¡A la carga! EDRIC E. VIVONI FARAGE. Parafraseando a alguien que aprecio mucho, 'en este pueblo, lamentable y desgraciadamente el valor ...