lunes, 26 de noviembre de 2018

Sudor de la Frente...


Génesis 3:17 Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, 
y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita
será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu
 vida. 18 Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo.19 Con 
el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de 
ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.

          Si mal no recuerdo, ese fue parte de un castigo, porque la bendición primera, fue que el hombre labrarse y cuidase del huerto. Debido al pecado de Adán entró la maldición a la humanidad, pero por el sacrificio y la redención de Jesucristo, recibimos abundancia de gracia, de dones y de justicia.
         En mi mente finita, tal vez infantil e ‘ignorante’, interpreto que ahora debería ser como al principio en el jardín; pero no es así.  Aparecen los abrojos y aplico el sudor al trabajo de la siembra y la cosecha.  No entiendo y tal vez no me corresponda,  pero el niño que hay en mí siente curiosidad por aprender y conocer sobre tantas cosas; especialmente aquellas en las cuales me desempeño: la agricultura.
      ¿Será que el jardín, con sus dos árboles en el centro - el del bien y el mal, y el de la vida – se encuentran también, dentro de nuestro corazón y mente?  ¿Acaso la diferencia entre cómo era antes y cómo es después depende de mi elección?  Sé que todo depende de Dios.  ¿Y si de cierta manera, en ese diseño tan profundo que escapa de la comprensión humana, en alguna dimensión mi voluntad opera?  Tú dijiste que somos como dioses.  Satanás lo repitió, pero le dio cierto ribete: “más sabe Dios que el día que comiereis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como dioses sabiendo el bien y el mal.”  Es verdad, Dios lo sabía y tras el humano saborearlo y satisfacer lo agradable que resulta ante nuestros ojos; hoy tenemos consciencia de lo bueno y lo malo.

         Es el conocimiento de la verdad lo que me hace libre. ¿Cuál es esa verdad aplicada a mi primera disyuntiva?  ¿Cuido del huerto o lo sudo como consecuencia de la maldición?  ¿Podrá ser que antes de la maldición, cuando el hombre labraba el huerto, éste también sudaba?  ¡Interesante vuelta!
         Ahora dependo de Dios para que ilumine mi entendimiento.
        [Estoy en el bosque, y una pareja de pájaros carpinteros chicharrean en el tope de un roble esbelto.  Llaman mi atención.  Quizás, en un sentido, somos como ellos; nos movemos en espacio y tiempo durante nuestra travesía terrenal.  Escogemos una pareja,  una rama seca para ahuecar y hacer el nido, comemos y criamos; en fin vivimos y morimos.]
         ¿Será que si en mi centro (mente y corazón) elijo la redención plena, habré de vivir la bendición?  Si de alguna manera me despojo del bien y del mal, y en entrega total confío en Dios y obro: ¿Dejará de haber sudor? ¿O será que el esfuerzo que produce el sudor y el cansancio ha sido sustituido por la capacidad, la inventiva y el dinero para usar otros medios que me permiten el cuido y sus beneficios? ¡No sé!  ¿Será todo esto el producto de una intelectualidad de pensamientos elaborados?
         [Hago un aparte para prender el fogón de Mi Lugar Mágico y sudé. Sí…en la búsqueda de las viandas, la leña y el encendido.  Esa es una realidad obvia.  Si ese es el camino que escojo, ese viene a ser parte del proceso: el sudar.  Sin embargo, tuve otras opciones; por ejemplo, cocinar en casa.  Con tan sólo encender la estufa y buscar en la nevera, lo podía haber hecho; o si le pidiese a mi esposa que lo hiciera, hubiese comido algo sin sudar.  ¡Las opciones son mías!  Dependerá de cuál, entre otras tantas, elija.  Cada opción tiene sus procesos y sus consecuencias. ¿De eso se trata?  Finalmente… de mis decisiones; de la capacidad de prever los procesos, conocer sus componentes y finalmente de sus consecuencias.]
Escribiendo ésta reflexión
         Si estoy en el huerto, cercano al estado de conciencia del bien y el mal, tendrá sus‘requisitos’y ‘resultados’.  Si me acerco o enfrento a la situación con la mentalidad redimida (de niño, quizás) el proceso responderá a esa disposición.  Eso desde el plano humano, porque desde la perspectiva de Dios, me parece que Él lo conoce todo y de alguna manera que desconozco (sea ante una u otra alternativa) lo habrá de hacer obrar para mi bien; o sea, para que aprenda las enseñanzas que me harán crecer en Sus propósitos e intenciones para conmigo.  No pierdo, si es que en Él confío.  No importa ante qué opción me encuentre; lo que piense, crea o haga, si mi fe y confianza están puestas en Él, habré de triunfar.

        Quizás por eso el primer y gran mandamiento es amar a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y el segundo; amarte para amar a tu prójimo como te amas a ti. ¡Amen! 
      Y en lo que recibo mayor revelación sobre éste particular...seguiré sembrando.           

lunes, 19 de noviembre de 2018

El Cano, El Negro y Rolito


     El Colmado Sobrino en el Barrio Yahuecas de Adjuntas perteneció a Don Eduvino Rivera hace varias décadas.  Fue  de aquellos colmados de varias puertas dobles al frente: el lugar donde los viernes se reunían los trabajadores para ‘darse el palo’ y ponerse al día respecto a los acontecimientos que
Eduvino
transcurrían en el barrio y las haciendas cafetaleras.  Era donde se hacía la compra de la semana y se le llevaba en un  ‘yip’ a la casa de las doñitas cuyos maridos carecían de medios de transporte.  Fue y sigue siendo la tienda donde se compra la media libra de jamón o mortadella rebanada,  la tajada de queso de bola y la libra de pan para el desayuno.   Donde se apunta lo que se coge en la semana y se paga a fin de mes.  Es ahí donde Luchy y yo hacemos la compra diaria.
     Con el tiempo, las paredes del colmado se sustituyeron por cemento y el frente por un portón corredizo de tola.  Aunque Eduvino falleció, el muchacho que le ayudaba se lo compró cuando éste enfermó.  Adentro, todo continuó, más o menos igual. Por supuesto que hoy cuenta con una caja registradora y sistema de ATH, con cámaras de seguridad, varios congeladores y una planta eléctrica.  
El Cano, el Negro y Rolito Estronza.
    Los hermanos Estronza, se criaron en la Hacienda La Colonia, donde su padre realizaba trabajos de carpintería.  A alguno de ellos, los hacendados le pusieron sobrenombres.  El Cano dividía su tiempo estudiando escuela intermedia y trabajando en la vaquería que los Folguera operaban en la hacienda. Así lo hizo hasta que el vaquerío dejó de operar hará unos veinte años.  El Negro le limpiaba los zapatos de la familia y de ahí pasó a ser ayudante de Eduvino en el colmado; él fue quien lo compró.  Rolito estuvo trasportando estudiantes en una guagüita Ford hasta hace poco.
     La foto la tomé ayer y en ella aparecen los tres hermanos dentro del Colmado Sobrino.  ¡Cuánta vida ha pasado desde aquel entonces!