He leído mucha de la información que ha circulado a través de este y otros
medios sobre el COVID-19. Sea cual sea la verdad del origen del virus y sus propósitos; esta habrá
de permanecer (en cierta medida) entremezclada con versiones que se oponen
entre sí, con la secretividad y con la desinformación que suele acompañar las
grandes tragedias de la humanidad.
La realidad es que somos los humanos
las víctimas y que solamente contamos con una simple estrategia para
protegernos del contagio: aislarnos. Sin embargo, las personas disponemos de
una enorme capacidad de sobrevivencia, así como para crear nuevas formas de
enfrentar aquello que nos amenaza. (A veces nos pueden parecer nuevas y en
realidad no serlo.) No nos conduce a una salida airosa la manera en que hasta ahora hemos respondido.
Esta mañana veía en la televisión de EEUU una entrevista hecha a
un siquiatra que tiene mucho sentido y que es médicamente
comprobable. Si las personas estamos un tiempo (él habló de un mes) sujetas a
fuertes presiones emocionales y mentales, como la ansiedad, el miedo, la
inseguridad, el aislamiento y la desesperación; caemos en una depresión tal,
que comenzamos a exhibir distintas enfermedades orgánicas. Siendo ese el caso,
me parece importante romper ese cerco emocional ejerciendo la libertad innata
que poseemos para lograrlo. ¿En qué dirección necesariamente tendremos que
hacerlo para alcanzar nuestra sobrevivencia y la victoria sobre el virus?
Comencemos por ser
solidarios; seamos compasivos y comprensivos. Vamos a tener que desposeernos del egocentrismo y adoptar como modo de vida... el amor compartido y la colaboración social. Debemos celebrar los pequeños triunfos, tales como ponernos en paz con hijos, cónyuges, familiares y vecinos (perdonar y rectificar) pero, sobre todo, con nosotros mismos. [Es curioso que el propio virus ha puesto de manifiesto esas necesidades y nos ha humanizado. Al hacerlo, nos muestra una debilidad suya.] Todo lo que fortalezca nuestro ser va a reflejarse en nuestros cuerpos y en el extraordinario sistema inmunológico con que contamos.
solidarios; seamos compasivos y comprensivos. Vamos a tener que desposeernos del egocentrismo y adoptar como modo de vida... el amor compartido y la colaboración social. Debemos celebrar los pequeños triunfos, tales como ponernos en paz con hijos, cónyuges, familiares y vecinos (perdonar y rectificar) pero, sobre todo, con nosotros mismos. [Es curioso que el propio virus ha puesto de manifiesto esas necesidades y nos ha humanizado. Al hacerlo, nos muestra una debilidad suya.] Todo lo que fortalezca nuestro ser va a reflejarse en nuestros cuerpos y en el extraordinario sistema inmunológico con que contamos.
Es cierto, podemos
invertir nuestra energía vivencial en encontrar 'la verdad' sobre las causas y
el origen del virus, pero creo que ya es tiempo de asumir la ofensiva. Para
ello no tenemos que esperar por el gobierno, el partido o los 'líderes'. Cada cual puede comenzar ahora y sabemos
perfectamente cómo y dónde hacerlo. Esa debe ser nuestra más grande expresión
de libertad y nuestra mejor arma para vencer. Por supuesto, que no podemos enajenarnos de las etapas de
desarrollo que sigue el virus y tenemos el deber de protegernos, pero es porque
necesitamos estar capacitados mental y emocionalmente para hacer lo que estoy
proponiendo.
Poniendo a Dios por delante, prevaleceremos.