Actualizando, recogiendo y organizando mi estudio/palomar, me topo con un cúmulo de escritos: cotizaciones, mensajes, apuntes y prototipos, así como discos (CD) relacionados con la publicación de mi último libro; Hacienda Luz de Luna, 1883-2024, Pasado, presente y futuro. Encierran una historia llena de: esfuerzos, logros y fracasos, alegrías y tristezas. Por eso mi tendencia a guardar y almacenar tanto. Son de valor, pero a mi mente viene el recuerdo de la experiencia cuando, junto a mis hermanos, dispusimos de las muchas 'cosas valiosas' que pertenecieron a nuestros padres, luego de que ambos fallecieron. Unas las distribuimos entre nosotros, otras se subastaron, se donaron y otras, sencillamente se desecharon. En ningún caso, llegaron a poseer el valor y significado que le dieron nuestros padres y que les motivó a retenerlas. ¡A los 80, uno se detiene a analizar estas cosas! De manera que sí, voy a disponer de ellas, pero antes echo mano de la tecnología; las fotografío, escribo y publico al respecto. Ese precisamente es este escrito.
¡Fueron alrededor de tres años!
Coordiné, sobre la marcha, el tiempo que diariamente habría de dedicarle al proyecto para acoplarlo con el tiempo y atenciones a mi esposa, hijos, tareas en la finca, citas médicas y otros compromisos. Resultó que las noches y la madrugadas brindaban los mejores momentos.
Fue necesario determinar sus propósitos específicos, organizar las ideas, superar estados de ánimo y adentrarme en: introspecciones, reconocimientos, realizaciones, investigaciones, recopilaciones, así como en seleccionar y ordenar.
Elegir el programa (Publisher) para escribirlo y el que utilizaría para trabajar las fotos (Photoshop).
Hice múltiples pruebas de impresión para corroborar, ajustar y corregir.
Coordiné con mi esposa Luchy, mis siete hijos, mis cuatro hermanos y cuatro cuñados para que sometiesen sus biografías y las fotos familiares de sus respectivas 'tribus' que me propuse publicar en la parte final del libro. Edité sus escritos y creé una secuencia coherente entre todos ellos.
Imprimí, en blanco y negro, el libro completo y se lo remití a su editora. Esperé e integré sus recomendaciones así como otras mías. Seleccioné la casa impresora y con ellos acordé la calidad de papel, color y fuerza de la tinta en las letras.
En este caso, comencé con una publicadora y luego de dos muestras y varias reuniones en el área metro, fue necesario cambiar a otra, toda vez que carecía de la capacidad tecnológica para tratar con las fotos a color. (Algo que me aseguraron tener al inicio de nuestro trato.) Con la segunda, hubo que leer y releer varias veces el libro, ya que ocasionalmente surgían variaciones en la continuidad del texto, al pasar de una página a otra. Esto en parte de debió a que había que hace una conversión de Publisher al programa que ellos utilizaban. Ello me dió la oportunidad de encontrar y corregir algunos errores ortográficos y de diseño.
Américo, Adrián y yo el día que
completamos la revisión del libro.
Foto cortesía de Luchy VivoniFinalmente, el último día de diciembre del 2024, celebramos en la impresora, el haber completado todas las correcciones del texto y las fotos. Llegamos a casa por la noche y envié una breve nota, reiterándole mi agradecimiento y mencionando que lo que no habíamos revisado el día anterior era la portada y la contraportada. De vuelta, recibí una respuesta y la foto de ambas. ¡No aparecían las correcciones que le había hecho y enviado!
Luchy y yo decidimos dar un último viaje a Humacao para asegurarnos que todas las correcciones, incluyendo las de la portada y contraportada se hubiesen registrado. Pero, lo que pareció un inconveniente, digamos, un fallo, se convirtió en una oportunidad.
Hacía días que había visto, en varios lugares de nuestra casa, lo que pensé que era un libro y que la curiosidad me llevó a examinarlo. Se trataba de un diario de apuntes de Luchy del año 2002 y en su puño y letra, el primer registro se titulaba, La libertad. ¡El tema que me apasiona y que ha sido objeto de dos libros anteriores! Igualmente, había recibido una foto de la pintura al óleo que realizó Ángel Ballestero Pinazo, siendo yo el modelo. ¿Perder esta ocasión para diseñar e incorporar dos páginas al final del libro? ¡De ninguna manera! ¡Ahí están!
Bien. Ahora estamos listos para echar lo material a la basura. El sentimiento, las emociones y algunos eventos ya han sido registrados y compartidos con ustedes. ¡Hasta pronto! Porque al final de un proyecto, y mientras el día y la vida duren, se comienza otro.