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lunes, 19 de noviembre de 2018

El Cano, El Negro y Rolito


     El Colmado Sobrino en el Barrio Yahuecas de Adjuntas perteneció a Don Eduvino Rivera hace varias décadas.  Fue  de aquellos colmados de varias puertas dobles al frente: el lugar donde los viernes se reunían los trabajadores para ‘darse el palo’ y ponerse al día respecto a los acontecimientos que
Eduvino
transcurrían en el barrio y las haciendas cafetaleras.  Era donde se hacía la compra de la semana y se le llevaba en un  ‘yip’ a la casa de las doñitas cuyos maridos carecían de medios de transporte.  Fue y sigue siendo la tienda donde se compra la media libra de jamón o mortadella rebanada,  la tajada de queso de bola y la libra de pan para el desayuno.   Donde se apunta lo que se coge en la semana y se paga a fin de mes.  Es ahí donde Luchy y yo hacemos la compra diaria.
     Con el tiempo, las paredes del colmado se sustituyeron por cemento y el frente por un portón corredizo de tola.  Aunque Eduvino falleció, el muchacho que le ayudaba se lo compró cuando éste enfermó.  Adentro, todo continuó, más o menos igual. Por supuesto que hoy cuenta con una caja registradora y sistema de ATH, con cámaras de seguridad, varios congeladores y una planta eléctrica.  
El Cano, el Negro y Rolito Estronza.
    Los hermanos Estronza, se criaron en la Hacienda La Colonia, donde su padre realizaba trabajos de carpintería.  A alguno de ellos, los hacendados le pusieron sobrenombres.  El Cano dividía su tiempo estudiando escuela intermedia y trabajando en la vaquería que los Folguera operaban en la hacienda. Así lo hizo hasta que el vaquerío dejó de operar hará unos veinte años.  El Negro le limpiaba los zapatos de la familia y de ahí pasó a ser ayudante de Eduvino en el colmado; él fue quien lo compró.  Rolito estuvo trasportando estudiantes en una guagüita Ford hasta hace poco.
     La foto la tomé ayer y en ella aparecen los tres hermanos dentro del Colmado Sobrino.  ¡Cuánta vida ha pasado desde aquel entonces!   

domingo, 20 de enero de 2013

Caterlinga, el cuento de una potrilla

      Se había criado entre los pastos verdes de las tierras altas.  La humedad del rocío que acariciaba sus pequeños lomos, le profería un brillo especial a su pelaje cebruno.  Había nacido aquel verano del 77, casi perfectaCreció silvestre y libre, como una princesita entre la pequeña manada.  Las alas del guaraguao marcaron el tiempo que transcurrió y es que el tiempo es como el viento; pasa y sólo vemos su efecto.
Su crin baila como bandera flotante...
      Un leve toque de la jáquima le muestra el giro a tomar.  Su caminar es brioso, con ritmo cadencioso a cuatro tiempos; como yegua fina, de raza patria.  Lleva su cabeza arqueada y bien colocada; ni muy al frente ni muy atrás.  Sus orejas, pequeñas, enfiladas hacia los montes, despiertas, como antenas nerviosas captando lo que acontece; atentas a cualquier sonido que le indique si debe serenarse o aligerar su ejecución.  Su crin baila como bandera flotante y se hace acompañar de una cola graciosamente levantada.  Al pasar juega con el terreno; levanta mil piedrecillas y ricas partículas del suelo.  Y por supuesto, coquetea con el viento y es dueña del tiempo y el espacio. El guaraguao levita muy cerca de un pico no muy lejano de la hacienda; observando.
     Combinaba con perfección la docilidad con el brio; la libertad, con seguir el comando. Se destacaba en cualquier grupo, en la competencia o en el campo. Un día sin saberlo, como suelen ser muchas de las glorias y los momentos esperados, sería escogida para reina de un rebaño; no había razón o excusa para dudarlo. 
     Valió la pena.  Los días y las noches de penuria.  El cabestro que acomodó y achicó la cabeza y arqueó el cuello.  Aquella varita larga que salpicaba con espinitas las patas traseras, que le enseñó a siempre dar el frente, nunca la espalda.  Los sonidos estridentes de latones que asustaron en un principio, las sombrillas y las sábanas que como espectro aparecían de repente y le hacían brincar de susto; a través de ellos aprendió a mantenerse confiada, a no perder el ritmo y el tiempo, pasara lo que pasase.  El cincho que apretó la cintura, la silla y el peso sobre el lomo que tanto trabajo le dió a mediados del comienzo.  Aquel freno duro y frío sobre la lengua; ¡qué mucho le había incomodado!  Fue todo un proceso que le llevó de potrilla a yegua; de princesa a reina.
Lusel en sus 20
      Tenía la casta y había sido enseñada por un hombre sabio que se mantenía a la sombra y que a su vez, estaba siendo entrenado.  Y la luna estuvo siempre presente y el guaraguao, observando.
      Y dejó de llamarse Caterlinga y su nombre vino a ser la famosa Cildonia de Samisú.  [Final del principio de una llave.]

   Para mi hija Luz de Selenia el día de su cumpleaños número veinte.  En Adjuntas, Puerto Rico a 18 de julio de 1997.
   

sábado, 8 de diciembre de 2012

Navidad 2012-2013


Ha llegado la época navideña.

Acá en la montaña hay una brisa peculiar
y frecuenta el cenizo de los días en que nortea. 
El frío se traspasa al agua del aljibe...y es más refrescante.  
La neblina se posa en el llanito, al otro lado del río, 
y no se esfuma hasta más entrado el día.  

A la cosecha de café le falta un pase y el plátano se acurruca, no engorda y escasea.

La claridad se acorta y las noches se alargan.  
Abrigos, y sombreros.
Hay más sonrisas y saludos; recuerdos de la infancia.
Es una alegría silenciosa, que brota del alma.
Dibujo realizado en 1993 por Edric E. Vivoni Farage

Allá en la lejanía, cuatro, güiro, palitos, guitarra y maracas;
le hacen el compás a unas décimas que cantan.
Huelen a tabaco… saben a pitorro.
Y en lo profundo, el areíto y el baquiné.
Son melodías que revuelcan la patria de la entraña.

Esta celebración, tiene un trasunto de amor.
Un padre que le obsequió a Su hijo
A toda la humanidad.

Y no hay mayor amor que ese.
¡Feliz Navidad!