jueves, 14 de abril de 2011

Saber que lo he logrado sin darme cuenta

  
                                      ...se hace camino al andar
      Estoy recostado en la cama y de repente viene a la mente una imagen en la cual estoy sentado en una banqueta hablando frente a un grupo de personas, y aunque sé que me encuentro en la Casa Grande y que se trata de asuntos trascendentales, no puedo precisar el contenido.  Esa película la vi por primera vez hace más de una veintena de años.
      En aquel entonces había comenzado el proceso de identificar cuál espacio ocupaba en mi vida de cristiano-protestante.  De las alternativas ministeriales disponibles, no encajaba en alguna de ellas: pastor, evangelista, misionero, maestro o doctor.  No sólo se trató de un ejercicio mental de irlas eliminando una a una.  Incursioné, a modo de prueba, en cada uno de esos campos (según los entendí) y me sentí desubicado.  ¿Cómo llegar a la conciencia de las personas, impartir valores y alcanzar su espíritu sin entrar en la religiosidad litúrgica – fuese católica o evangélica?  Esa fue mi búsqueda, aunque reconozco que no siempre anduve centrado en ella.  No me arrepiento de las mil y una experiencias que tuve en ese recorrido; que me ayudaron a definir, crecer, madurar y convertirme en la persona que soy hoy en día.
      Me encuentro hablando frente a un grupo de personas.  Lo hago con apasionamiento; lo disfruto. Comparto nuestra historia de pueblo; desde el cacique taíno que gobernó a los pobladores de éste litoral, hasta aquel abogado soñador e idealista, un ‘jipi’ que procuró encontrar el espíritu del guaraguao entre las montañas de ésta región.  Hablo de la familia que construyó y vivió durante tres generaciones en la Casa Grande, de los hacendados del cafetal, de los retos y dificultades que superaron, de sus mentes creativas e inventoras de soluciones ante situaciones críticas que parecieron insuperables…de su deserción y su merma…de un Puerto Rico que pasó de la pobreza al progreso, del movimiento poblacional y de un adjunteño que se fue a San Juan buscando una mejor calidad de vida; de su regreso, del  presente lleno de manos cruzadas, de las expectativas de que el gobierno nos dé y nos resuelva, y sobre todo, del camino de las nuevas alternativas y de la esperanza.  
      Ya tiene contenido lo que una vez me vi haciendo sin saber completamente de qué se trataba o cómo habría de lograrlo. Percibo el brillo en los ojos de quienes me escuchan, y sé que estoy incursionando en el lugar donde deseé hacerlo.  Lo mejor de todo, es que no ha sido hasta hace un par de semanas que de repente comprendo que lo estoy realizando cada vez que comparto con los grupos de personas que visitan la Hacienda Luz de Luna.  
      La verdad es que haberlo logrado de éste modo produce una profunda satisfacción y genera agradecimiento.  ¡Qué bueno es Dios!


Edric E. Vivoni Farage 
Desde la Casa Grande
Hacienda Luz de Luna
Barrio Yahuecas
Adjuntas, Puerto Rico

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