Me sentí un poco desubicado antes de ayer. De hecho, no fui, como lo hago todos los días, a la finca y me quedé en casa viendo televisión y en la computadora dándole seguimiento a esta pandemia. Quizás es que me siento ya cansado de tanta difusión de información sobre el tema: algunas acertadas; otras, sencillamente falsas y entre unas y otras, un panorama dentro del cual la verdad resulta difícil de descifrar. El hecho que en estos momentos Luchy esté en Madrid y yo acá en la hacienda, añade un ingrediente
de ausencia y otro de improvisación. La vida, de repente ha tomado un giro diferente y ha cambiado de ritmo y prioridades. Hemos tenido que modificar nuestra óptica en muy poco tiempo y han aparecido los fantasmas de la incertidumbre y el temor; de un sentido de fragilidad.
de ausencia y otro de improvisación. La vida, de repente ha tomado un giro diferente y ha cambiado de ritmo y prioridades. Hemos tenido que modificar nuestra óptica en muy poco tiempo y han aparecido los fantasmas de la incertidumbre y el temor; de un sentido de fragilidad.
Tal vez todas estas cosas unidas explican mi desorientación de hace dos días. Quizás por coincidencia, esa misma noche visualicé algo que luego me pareció tan obvio y lógico, que ahora no entiendo cómo se me pudo haber escapado.
¿No resulta interesante que esta epidemia la provoca un ‘ente’ que tiene una
corona? De hecho, su nombre es coronavirus. La última gran corona que fue resaltada en la historia cuenta con algo más de 2,000 años. Aquella corona, posó sobre la cabeza de quien con su muerte impartió vida a millones. Está, con la suya, imparte muerte a millones. Aquella, cambia para bien la vida de los humanos a través del mundo entero; ésta pretende tener el mismo alcance, en menos tiempo, pero para mal. Dios que es poderoso, convierte aquello que el Diablo pretende para mal, en bien. ¿Cuál es el bien? Nos hemos convertido en más humanos; más conscientes de las necesidades de los demás; o sea, más solidarios y menos egoístas. En realidad, nos ha impulsado a ser mejores personas. ¿Sorprendente, verdad?
Muy Bien!!!
ResponderBorrarExcelente, muchos han sacado a Dios de sus casa, escuelas, trabajos lo que esta muy mal. Dios nos puede curar en un instante.
ResponderBorrarTengo que repetir la palabra excelente. Puedo intuir que en el silencio de la Hacienda, y en el silencio de las ciudades, por primera vez en muchos años escuchamos el trinar de las aves y en el día de grillos. Puedo sentir que su esencia ha encumbrado el sentido de universo.
ResponderBorrarMe imagino que el estar sin Luchy aumenta todo tu sentir y pensar!!!!! Y saber donde ella está multiplica tus temores!!! Fortaleza, primo. Esto pasará! Besos
ResponderBorrarGracias.
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