domingo, 19 de diciembre de 2010

Ithalia y Eván con los abelos.

Los nietos le dan un toque vivaracho a los 124 años que va a cumplir la Casa Grande. El friiito mañanero alarga el tiempo placentero que se transcurre en la cama. Me levanto para acallar la consciencia culpable, pues ya son las 9... y escucho el cacareo de las gallinas que normalmente alimento antes de las 7.
La vida no está pintada de blancos y negros. Hay días en los cuales se destacan las mil tonalidades de verde en el monte, los rojos de los crotones, el naranja de la flor de los tulipanes, y el azul de un cielo moteado de blanco. Es cuando las aguas cristalinas y la transparencia del río nos muestra un sinfín de formas, tamaños, texturas y colores. Una sonrisa, una caricia o un 'abelo' constituyen pequeños y grandes milagros. Saborearnos juntos dos o tres mandarinas en la caja de mi Tacoma; jugar tocopalo en el llanito de las nebos; darle de comer de la mano a los patos de la charca y mecernos en la hamaca del Lugar Mágico, alimenta el alma con alegrías. A veces hay nubarrones que presagian los aguaceros, y si se ha abonado o hace días que no llueve, le damos la bienvenida. Otras veces hay escorrentías y se producen situaciones negativas en los caminos, el terreno y los cultivos; pero se trata de tristezas momentáneas. Eso no se toca, come, obedece, no camines descalzo - especialmente cuando requieren de múltiples repeticiones - , son instancias pasajeras que nos ayudan a descubrir e inventar nuevas maneras de expresar amor y de ser mejores personas.
Lo disfruto.
- "Papá, ¿cómo se están portando los nenes?"
- "Muy bien hija."
Me acuesto temprano. Dejaré que ahora sea la abela quien continúe con su propia dinámica.
Y termino despertándome a las 5 y escribiendo estos recuerdos.

Desde La Casa Grande
Hacienda Luz de Luna
Barrio Yahuecas, Adjuntas

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