En un lugar no
muy lejano, pero mucho más cercano de lo que imaginamos, un jíbaro dedicaba su
granja a la crianza de aves. Tenía
varios gallineros y abrigaba la esperanza de convertir aquel esfuerzo en su pan
nuestro de cada día. El anterior dueño había hipotecado el terreno
y sangrado a las aves exigiéndole mucho más de lo que correspondía a la pobre
alimentación que les proveía.
Luego
de una buena limpieza y habiendo desganchado los árboles más cercanos a las
jaulas, el gallinero cambió de apariencia.
Una quebradita suplía agua fresca y la brisa mantenía pura la
atmósfera. El sol era el necesario para
conservar seco el terreno, pero con poco esfuerzo las aves podían revolcarse en
tierra suelta y asearse. Era
suficientemente fértil como para escarbar y obtener las proteínas de su dieta:
las lombrices. Los nidos eran cómodos, cobijados y bien
ventilados. Tras la tela metálica se
encontraba un señor gallo, su harén de veintidós jerezanas y un centenar de
pollitos, alimentados ahora con el mejor de los maíces.
Todo marchaba de
maravilla hasta que un día hizo su aparición una tremenda cucaracha que
pretendió cruzar a través del corral ¡y para qué fue aquello! Causó tal revuelo que unas corrían
despavoridas en pos del insecto y otras asustadas, cacareando saltaban y
volaban sin saber a qué se debía aquel corre y corre. De nada valieron las condiciones idóneas, la
paz y el sosiego y la situación requirió de atención inmediata. El señor gallo convocó a una asamblea de
emergencia y habiendo reunido todo su séquito, al día siguiente fue llamado el
orden para atender aquel asunto.
- “Muy queridas
y amadas gallinas, las he convocado para que atendamos la crisis que provocó
ayer la presencia de un enorme insecto alado en el gallinero. He creído necesario reunirlas para que
evaluemos lo sucedido y para que establezcamos varias medidas que eviten que
algo así vuelva a ocurrir. Precisamente ahora que tenemos alimento fresco y
condiciones de vida como nunca antes, esta situación puede poner en riesgo
nuestro bienestar. Ustedes saben que el
estrés reduce sus niveles de postura y que los pollitos crean una tendencia a
ser nerviosos, lo que prolonga su periodo de crecimiento. Estoy convencido que si algo así sucede,
todos saldremos perjudicados.” -
- “Señor Gallo”,
dijo la rubia pescuesipelá; “me ha parecido muy buena la idea y no cuestiono su
intención... pero entiendo que los pollitos son una parte directamente afectada
por lo que aquí se decida. ¿Cómo es qué
usted pudo tan tranquilamente dejarlos fuera?, después de todo no puede
ignorarse su parecer o sustituir sus ideas.
Ellos son el futuro: los pollitos son primero.” -
Algunas
de las gallinas asintieron y otras, con la mirada trataron de determinar
cuántas apoyaban la idea de la asistencia de los pollitos. Las más viejolas comentaban que el
señalamiento había sido una imprudencia y una falta de respeto que colocaba en
jaque la autoridad del gallo.
-“Bueno...”,
comenzó a ripostar el gallo al ser interrumpido por la gallina lorigada. Ella era una de las fieles y tratando de
romper el hielo y sacar al gallo del apuro, trajo de nuevo el tema del revolú.
- “Me parece que
usted tiene mucha razón al preocuparse por el desorden que se formó. Eso de que las gallinas salgamos corriendo
por dondequiera y cuando queramos no puede permitirse. Yo sugiero que se reglamente, de manera que estemos
preparadas por si acaso aparecen otras cucarachas. Cada una debe tener igual acceso y la misma
oportunidad de capturarla. Debe haber
alguien asignado a su vigilancia y cuando una sea divisada, todas las
interesadas nos colocamos tras una línea.
Para que el proceso sea totalmente justo, sugiero que compremos un
revolver de los que usan los jueces para dar la salida en el deporte de pista y
campo. Le asignamos la posición de
operadora a una de las gallinas más serias y respetadas y de este modo todo el
mundo sale ordenadamente. Así nadie
sacará ventaja indebida.” -
- “Muy buena
idea” dijo la gallina ceniza de los muslos largos y fornidos y sugirió que se
comprara un cronómetro de manera que se mantuviese un registro de los tiempos
que tomase la captura de la cucaracha.
“Podemos convertir el asunto en un deporte y como alguien muy famoso
dijo: cuerpo sano, mente sana.” -
- “Y no
solamente eso”, brincó nerviosa y entusiastamente una gallina pinta, “podemos
comenzar una crianza de cucarachas bajo controles de calidad y con miras a que
sean buenas corredoras. Incluso podemos convertir
esto en un buen negocio vendiéndolas a
otros gallineros.” -
“Tremendo”,
dijeron unas mientras el gallo miraba hacia arriba pensando cómo responder a
aquellas propuestas. La negra moñuda
había hecho un esfuerzo por mantener su compostura y notando que el gallo
analizaba lo que para ella resultaban ser conceptos desplumadores irrumpió con
un tono muy gravoso.
- “Queridas y
amadas compañeras, pollitos ausentes, señor gallo. Desde tiempos inmemoriales y a pesar de los
seres humanos, nuestra especie ha sobrevivido.
Ello se debe al valor que nosotras le hemos conferido a la vida. Ha sido una lucha ardua que ha conllevado
sacrificios. Siempre ha estado activa la
protesta en contra de la presencia de ‘Cherch’ y ‘Quentoqui’. Como criaturas de Dios, dotadas de vida y
capacidades, corresponde en este momento reconocer que ese derecho sagrado no
solamente se limita a nuestro género.
Ese don divino ha sido extendido a otras criaturas hermanas. Aceptemos el reto y aprovechemos la coyuntura
histórica proclamando que el derecho a la vida es innato a todos los seres,
incluyendo a nuestros hermanos los insectos.
Es repudiable que se intente convertir en alimento a las cucarachas y
mucho más el que algunas de las aquí presentes pretendan que esa atrocidad sea
considerada como un deporte o un negocio.”
Se escucharon
voces de apoyo, otras de preocupación y aún de temor. Surgieron argumentos respecto al balance
ecológico y cómo la cadena alimenticia se vería afectada si se reducía la
población de cucarachas. La gallina
pinta pensó, pero no se atrevió a expresar, que el razonamiento de la negra
moñuda debía ser extensivo a las lombrices, mas no quiso hacerla lucir mal ya
que sabía cuánto le encantaban.
Unas pocas de
las gallinas indicaron que toda aquella discusión era en vano mientras no se
contara con todos los poderes para determinar lo que sucediese dentro del
gallinero. Por esa misma línea, otras
propusieron desarrollar un plan que les permitiese disfrutar de los beneficios
que les proveía el jibarito y a la vez ser más independientes. No faltó la que expresó que el problema
básico era que ellas eran gallinas del país y que hasta tanto no actuasen,
sintiesen y pensasen como las blancas, regordetas y cresticolorás del
extranjero no habría verdadero progreso.
La paciencia del
gallo llegaba a su límite, pero los argumentos eran cada vez más elocuentes,
extendidos y elaborados: la cosa se fue
complicando. Las diferencias entre las
gallinas fue acrecentándose. Las horas
se convirtieron en días, los días en semanas, las semanas en meses y estos en
años. Las aves envejecieron, otras
murieron y fueron sustituidas por pollitos que a su vez se convirtieron en
gallinas y gallos... que también se avejentaron.
Y uno piensa, en
toda la energía, en las buenas intenciones y los razonamientos que se
invirtieron en aquel gallinero... tan sólo por aquella señora cucaracha que iba
de paso, casi bailando.
[Escrito del 2002, encontrado en mi vieja computadora.]
Excelente escrito. Cualquier semejanza con nuestra Asamblea Legislativa es pura coincidencia.
ResponderBorrarEl Gallo de Adjuntas canto....y lo que dice el gallo; "más claro no canto yo"!! Si hay semejanza a nuestro gobierno, se lo preguntan al gallo.
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