martes, 22 de enero de 2013

Como cucaracha en baile de gallina


En un lugar no muy lejano, pero mucho más cercano de lo que imaginamos, un jíbaro dedicaba su granja a la crianza de aves.  Tenía varios gallineros y abrigaba la esperanza de convertir aquel esfuerzo en su pan nuestro de cada día.  El anterior dueño había hipotecado el terreno y sangrado a las aves exigiéndole mucho más de lo que correspondía a la pobre alimentación que les proveía.
Luego de una buena limpieza y habiendo desganchado los árboles más cercanos a las jaulas, el gallinero cambió de apariencia.  Una quebradita suplía agua fresca y la brisa mantenía pura la atmósfera.  El sol era el necesario para conservar seco el terreno, pero con poco esfuerzo las aves podían revolcarse en tierra suelta y asearse.  Era suficientemente fértil como para escarbar y obtener las proteínas de su dieta: las lombrices.  Los nidos  eran cómodos, cobijados y bien ventilados.  Tras la tela metálica se encontraba un señor gallo, su harén de veintidós jerezanas y un centenar de pollitos, alimentados ahora con el mejor de los maíces. 
Todo marchaba de maravilla hasta que un día hizo su aparición una tremenda cucaracha que pretendió cruzar a través del corral ¡y para qué fue aquello!  Causó tal revuelo que unas corrían despavoridas en pos del insecto y otras asustadas, cacareando saltaban y volaban sin saber a qué se debía aquel corre y corre.  De nada valieron las condiciones idóneas, la paz y el sosiego y la situación requirió de atención inmediata.  El señor gallo convocó a una asamblea de emergencia y habiendo reunido todo su séquito, al día siguiente fue llamado el orden para atender aquel asunto.
- “Muy queridas y amadas gallinas, las he convocado para que atendamos la crisis que provocó ayer la presencia de un enorme insecto alado en el gallinero.  He creído necesario reunirlas para que evaluemos lo sucedido y para que establezcamos varias medidas que eviten que algo así vuelva a ocurrir. Precisamente ahora que tenemos alimento fresco y condiciones de vida como nunca antes, esta situación puede poner en riesgo nuestro bienestar.  Ustedes saben que el estrés reduce sus niveles de postura y que los pollitos crean una tendencia a ser nerviosos, lo que prolonga su periodo de crecimiento.  Estoy convencido que si algo así sucede, todos saldremos perjudicados.”  -
- “Señor Gallo”, dijo la rubia pescuesipelá; “me ha parecido muy buena la idea y no cuestiono su intención... pero entiendo que los pollitos son una parte directamente afectada por lo que aquí se decida.  ¿Cómo es qué usted pudo tan tranquilamente dejarlos fuera?, después de todo no puede ignorarse su parecer o sustituir sus ideas.  Ellos son el futuro: los pollitos son primero.” -
Algunas de las gallinas asintieron y otras, con la mirada trataron de determinar cuántas apoyaban la idea de la asistencia de los pollitos.  Las más viejolas comentaban que el señalamiento había sido una imprudencia y una falta de respeto que colocaba en jaque la autoridad del gallo. 
-“Bueno...”, comenzó a ripostar el gallo al ser interrumpido por la gallina lorigada.  Ella era una de las fieles y tratando de romper el hielo y sacar al gallo del apuro, trajo de nuevo el tema del revolú. 
- “Me parece que usted tiene mucha razón al preocuparse por el desorden que se formó.  Eso de que las gallinas salgamos corriendo por dondequiera y cuando queramos no puede permitirse.  Yo sugiero que se reglamente, de manera que estemos preparadas por si acaso aparecen otras cucarachas.  Cada una debe tener igual acceso y la misma oportunidad de capturarla.  Debe haber alguien asignado a su vigilancia y cuando una sea divisada, todas las interesadas nos colocamos tras una línea.  Para que el proceso sea totalmente justo, sugiero que compremos un revolver de los que usan los jueces para dar la salida en el deporte de pista y campo.  Le asignamos la posición de operadora a una de las gallinas más serias y respetadas y de este modo todo el mundo sale ordenadamente.  Así nadie sacará ventaja indebida.” -
- “Muy buena idea” dijo la gallina ceniza de los muslos largos y fornidos y sugirió que se comprara un cronómetro de manera que se mantuviese un registro de los tiempos que tomase la captura de la cucaracha.  “Podemos convertir el asunto en un deporte y como alguien muy famoso dijo: cuerpo sano, mente sana.” - 
- “Y no solamente eso”, brincó nerviosa y entusiastamente una gallina pinta, “podemos comenzar una crianza de cucarachas bajo controles de calidad y con miras a que sean buenas corredoras.  Incluso podemos convertir esto en un buen negocio vendiéndolas  a otros gallineros.” -
“Tremendo”, dijeron unas mientras el gallo miraba hacia arriba pensando cómo responder a aquellas propuestas.  La negra moñuda había hecho un esfuerzo por mantener su compostura y notando que el gallo analizaba lo que para ella resultaban ser conceptos desplumadores irrumpió con un tono muy gravoso.
- “Queridas y amadas compañeras, pollitos ausentes, señor gallo.  Desde tiempos inmemoriales y a pesar de los seres humanos, nuestra especie ha sobrevivido.  Ello se debe al valor que nosotras le hemos conferido a la vida.  Ha sido una lucha ardua que ha conllevado sacrificios.  Siempre ha estado activa la protesta en contra de la presencia de ‘Cherch’ y ‘Quentoqui’.  Como criaturas de Dios, dotadas de vida y capacidades, corresponde en este momento reconocer que ese derecho sagrado no solamente se limita a nuestro género.  Ese don divino ha sido extendido a otras criaturas hermanas.  Aceptemos el reto y aprovechemos la coyuntura histórica proclamando que el derecho a la vida es innato a todos los seres, incluyendo a nuestros hermanos los insectos.  Es repudiable que se intente convertir en alimento a las cucarachas y mucho más el que algunas de las aquí presentes pretendan que esa atrocidad sea considerada como un deporte o un negocio.”
Se escucharon voces de apoyo, otras de preocupación y aún de temor.  Surgieron argumentos respecto al balance ecológico y cómo la cadena alimenticia se vería afectada si se reducía la población de cucarachas.  La gallina pinta pensó, pero no se atrevió a expresar, que el razonamiento de la negra moñuda debía ser extensivo a las lombrices, mas no quiso hacerla lucir mal ya que sabía cuánto le encantaban. 
Unas pocas de las gallinas indicaron que toda aquella discusión era en vano mientras no se contara con todos los poderes para determinar lo que sucediese dentro del gallinero.  Por esa misma línea, otras propusieron desarrollar un plan que les permitiese disfrutar de los beneficios que les proveía el jibarito y a la vez ser más independientes.  No faltó la que expresó que el problema básico era que ellas eran gallinas del país y que hasta tanto no actuasen, sintiesen y pensasen como las blancas, regordetas y cresticolorás del extranjero no habría verdadero progreso.
La paciencia del gallo llegaba a su límite, pero los argumentos eran cada vez más elocuentes, extendidos y elaborados:  la cosa se fue complicando.  Las diferencias entre las gallinas fue acrecentándose.  Las horas se convirtieron en días, los días en semanas, las semanas en meses y estos en años.  Las aves envejecieron, otras murieron y fueron sustituidas por pollitos que a su vez se convirtieron en gallinas y gallos... que también se avejentaron. 
Y uno piensa, en toda la energía, en las buenas intenciones y los razonamientos que se invirtieron en aquel gallinero... tan sólo por aquella señora cucaracha que iba de paso, casi bailando. 

[Escrito del 2002, encontrado en mi vieja computadora.]

2 comentarios:

  1. Excelente escrito. Cualquier semejanza con nuestra Asamblea Legislativa es pura coincidencia.

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  2. El Gallo de Adjuntas canto....y lo que dice el gallo; "más claro no canto yo"!! Si hay semejanza a nuestro gobierno, se lo preguntan al gallo.

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