domingo, 20 de enero de 2013

Caterlinga, el cuento de una potrilla

      Se había criado entre los pastos verdes de las tierras altas.  La humedad del rocío que acariciaba sus pequeños lomos, le profería un brillo especial a su pelaje cebruno.  Había nacido aquel verano del 77, casi perfectaCreció silvestre y libre, como una princesita entre la pequeña manada.  Las alas del guaraguao marcaron el tiempo que transcurrió y es que el tiempo es como el viento; pasa y sólo vemos su efecto.
Su crin baila como bandera flotante...
      Un leve toque de la jáquima le muestra el giro a tomar.  Su caminar es brioso, con ritmo cadencioso a cuatro tiempos; como yegua fina, de raza patria.  Lleva su cabeza arqueada y bien colocada; ni muy al frente ni muy atrás.  Sus orejas, pequeñas, enfiladas hacia los montes, despiertas, como antenas nerviosas captando lo que acontece; atentas a cualquier sonido que le indique si debe serenarse o aligerar su ejecución.  Su crin baila como bandera flotante y se hace acompañar de una cola graciosamente levantada.  Al pasar juega con el terreno; levanta mil piedrecillas y ricas partículas del suelo.  Y por supuesto, coquetea con el viento y es dueña del tiempo y el espacio. El guaraguao levita muy cerca de un pico no muy lejano de la hacienda; observando.
     Combinaba con perfección la docilidad con el brio; la libertad, con seguir el comando. Se destacaba en cualquier grupo, en la competencia o en el campo. Un día sin saberlo, como suelen ser muchas de las glorias y los momentos esperados, sería escogida para reina de un rebaño; no había razón o excusa para dudarlo. 
     Valió la pena.  Los días y las noches de penuria.  El cabestro que acomodó y achicó la cabeza y arqueó el cuello.  Aquella varita larga que salpicaba con espinitas las patas traseras, que le enseñó a siempre dar el frente, nunca la espalda.  Los sonidos estridentes de latones que asustaron en un principio, las sombrillas y las sábanas que como espectro aparecían de repente y le hacían brincar de susto; a través de ellos aprendió a mantenerse confiada, a no perder el ritmo y el tiempo, pasara lo que pasase.  El cincho que apretó la cintura, la silla y el peso sobre el lomo que tanto trabajo le dió a mediados del comienzo.  Aquel freno duro y frío sobre la lengua; ¡qué mucho le había incomodado!  Fue todo un proceso que le llevó de potrilla a yegua; de princesa a reina.
Lusel en sus 20
      Tenía la casta y había sido enseñada por un hombre sabio que se mantenía a la sombra y que a su vez, estaba siendo entrenado.  Y la luna estuvo siempre presente y el guaraguao, observando.
      Y dejó de llamarse Caterlinga y su nombre vino a ser la famosa Cildonia de Samisú.  [Final del principio de una llave.]

   Para mi hija Luz de Selenia el día de su cumpleaños número veinte.  En Adjuntas, Puerto Rico a 18 de julio de 1997.
   

2 comentarios:

  1. Que maravilla y que manera de enseñar.
    Verdaderamente Dios nos concede oportunidades.

    Gracias y bendiciones,

    Luchy Vivoni

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