martes, 22 de noviembre de 2011

Así juzgamos a veces

La International del 52
     Cargué en Toa Alta [Maderas Tratadas (MT)] la International del 52 con unas vigas de 3 x 8 y salí rumbo a la Avenida Roosevelt para recoger unas lozas, lechada y pega...y después, de regreso a Adjuntas.   Los tablones eran muchos y pesados, pero como estaba consciente de que me faltaba completar la carga, los coloqué en un solo lado de la caja del camión; previendo que el enorme desbalance quedaría nivelado con lo que aún me faltaba.  Así fue.  Desde Puerto Nuevo hasta Yahuecas aquel resultó ser el camioncito mejor equilibrado en toda la carretera.  Era el año 82, de manera que un vehículo de treinta años, recién pintado, aniquelado y bien estibado tuvo un atractivo especial para muchos que transitaban por la misma ruta: toques de bocina, saludos de brazos y hasta quienes se parearon en la autopista para hacernos algún comentario positivo o preguntarnos si vendíamos ‘la troca’.
     Precisamente hoy, transcurridos casi treinta años de aquella travesía me acordé de la experiencia.  ¿Qué provocó tal recuerdo?
Así quedó moldeada finalmente
     Vertíamos el cemento de la escalera del nuevo gazebo donde, Dios mediante, vamos a ubicar el ‘restaurarte’.  Yo diseñé el edificio y la escalera me presentó un gran reto.  Abre en forma de abanico y de frente existe una acera que provoca un declive de unas siete pulgadas desde un extremo al otro.  El sexto y último escalón queda a nivel de piso y obviamente, está nivelado.  Para que los escalones quedasen a la misma altura y más o menos equidistantes de frente y de fondo hubo que hacer malabares.  (Feliciano Marcucci, el maestro de obras, y yo nos rompimos el casco e hicimos y rehicimos los moldes.)  Una cosa es la idea bosquejada en un papel con sus medidas, y otra, encontrarse con éste ‘tostón’.   Claro que le tomé una foto antes del vaciado del hormigón.  Supongo que en el futuro, alguien con percepción aguda podrá descubrir ciertos desniveles.  Sin embargo, el resultado final fue el más seguro y cómodo; toda una obra arquitectónica.
     ¿Qué tienen en común éstos dos relatos?  Ambos presentan y conllevan decisiones en las cuales se deben tomar en consideración ciertos factores que solamente uno conoce.  ¿Cuántas personas habrán observado lo mal balanceada de la carga cuando viajé desde MT hasta la Roosevelt?  Y aunque menos obvio, ¿cuántos se percatarán de los desniveles de los escalones?  ‘¡Qué tipo más bruto ese!’  Lo cierto es que todos juzgamos y la mayoría de las veces lo hacemos sin tener los elementos de juicio necesarios para hacerlo justamente.  Por eso dijo aquel calvito, científico y político que aparece en el billete de cien; si no puedes decir algo bueno de alguien, mejor guarda silencio.  Esa es la moraleja.     

1 comentario:

  1. Buenos recuerdos; y te felicito por revivir la moraleja.....hace mucha falta.....

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