Mostrando las entradas con la etiqueta eventos de la vida. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta eventos de la vida. Mostrar todas las entradas

miércoles, 6 de marzo de 2013

El tiempo es capturado


En el 72
En el 13
  Hay momentos en que nos detenemos en la existencia y cuadramos las experiencias vividas.  El ser es eterno, pero limitado a éste lado de la realidad.  Tan sólo tenemos consciencia de un corto intérvalo; enriquecedor en miles de maneras.  Describir y registrar son fotografías del estado presente convertido en pasado. Otros las capturarán y lograrán descifrarlas…a su manera.  Mientras tanto, sigamos disfrutándola agradecidamente.   
_________________

junio de 2020
Foto tomada por Magnolia Vivoni Avilés
 

miércoles, 30 de enero de 2013

Darío Padín Mimoso

       Mi amigo...mi hermano.  Te fui a visitar la semana pasada y no coincidimos.  Sí, estuvimos frente a frente, en el mismo lugar, pero en dimensiones diferentes.  Estando presentes, tú estabas ausente.  Ni el verbo que gustabas tanto, ni tus gestos tan característicos, ni siquiera una sonrisa...una mirada.  Transitabas en un espacio sin consciencia.
Me desesperé.  Me entristecí.  Agoté infructuosamente el esfuerzo por encontrar un puente; una frecuencia de contacto. Finalmente acepté tu realidad.  La que en otra existencia argumentamos tanto: "Compañero a destiempo de luchas estériles, de caminos mil veces andados…”. Sí, la admití sin alternativas y entonces sólo te hablé con la esperanza de que mis palabras penetrasen, sin yo saberlo, el muro divisor.  Que en algún instante lúcido, sin saber tú la procedencia, llegase el eco de mi aprecio por una amistad que nos marcó a ambos.
Darío y Myrna (1997)
Repasé junto a tí las bohemias en La Fonda del Callejón, aquella separación inexplicable de tu única… Myrna.  Cómo a pesar de ello, nos visitaban juntos acá a la montaña.  La canción que compuse:  “Ay mi pueblo sin bandera, aún con gente sin fronteras, cómo puedo yo entender cosas sin explicación…” Fuiste el único que la cantó acompañándote de tu guitarra. (La misma que le obsequiaste al menor de mis hijos, Ventura.)  Desde pequeños los míos te llamaron Tío Darío.  Tu primer libro de versos lo ilustré: Mi lira poética.  El viaje que dimos a Vieques durante aquella epopeya. 
Edric, Darío, Rubén y Fernándo en Vieques   Foto Luchy Vivoni
Lo otro no te lo mencioné: 
Cuando comen- zaron los episo- dios de pánico, los espacios en blanco, los relatos y las preguntas repetitivas, los olvidos y la mirada parpadeante que precisaba de la palabra que no encontrabas.
Me despedí.  Te di un beso en la frente. Ahora lo hago de otra forma.  Será a modo de una elogía, un epílogo y un hasta siempre.  Nos vemos hermano.         


domingo, 20 de enero de 2013

Caterlinga, el cuento de una potrilla

      Se había criado entre los pastos verdes de las tierras altas.  La humedad del rocío que acariciaba sus pequeños lomos, le profería un brillo especial a su pelaje cebruno.  Había nacido aquel verano del 77, casi perfectaCreció silvestre y libre, como una princesita entre la pequeña manada.  Las alas del guaraguao marcaron el tiempo que transcurrió y es que el tiempo es como el viento; pasa y sólo vemos su efecto.
Su crin baila como bandera flotante...
      Un leve toque de la jáquima le muestra el giro a tomar.  Su caminar es brioso, con ritmo cadencioso a cuatro tiempos; como yegua fina, de raza patria.  Lleva su cabeza arqueada y bien colocada; ni muy al frente ni muy atrás.  Sus orejas, pequeñas, enfiladas hacia los montes, despiertas, como antenas nerviosas captando lo que acontece; atentas a cualquier sonido que le indique si debe serenarse o aligerar su ejecución.  Su crin baila como bandera flotante y se hace acompañar de una cola graciosamente levantada.  Al pasar juega con el terreno; levanta mil piedrecillas y ricas partículas del suelo.  Y por supuesto, coquetea con el viento y es dueña del tiempo y el espacio. El guaraguao levita muy cerca de un pico no muy lejano de la hacienda; observando.
     Combinaba con perfección la docilidad con el brio; la libertad, con seguir el comando. Se destacaba en cualquier grupo, en la competencia o en el campo. Un día sin saberlo, como suelen ser muchas de las glorias y los momentos esperados, sería escogida para reina de un rebaño; no había razón o excusa para dudarlo. 
     Valió la pena.  Los días y las noches de penuria.  El cabestro que acomodó y achicó la cabeza y arqueó el cuello.  Aquella varita larga que salpicaba con espinitas las patas traseras, que le enseñó a siempre dar el frente, nunca la espalda.  Los sonidos estridentes de latones que asustaron en un principio, las sombrillas y las sábanas que como espectro aparecían de repente y le hacían brincar de susto; a través de ellos aprendió a mantenerse confiada, a no perder el ritmo y el tiempo, pasara lo que pasase.  El cincho que apretó la cintura, la silla y el peso sobre el lomo que tanto trabajo le dió a mediados del comienzo.  Aquel freno duro y frío sobre la lengua; ¡qué mucho le había incomodado!  Fue todo un proceso que le llevó de potrilla a yegua; de princesa a reina.
Lusel en sus 20
      Tenía la casta y había sido enseñada por un hombre sabio que se mantenía a la sombra y que a su vez, estaba siendo entrenado.  Y la luna estuvo siempre presente y el guaraguao, observando.
      Y dejó de llamarse Caterlinga y su nombre vino a ser la famosa Cildonia de Samisú.  [Final del principio de una llave.]

   Para mi hija Luz de Selenia el día de su cumpleaños número veinte.  En Adjuntas, Puerto Rico a 18 de julio de 1997.
   

viernes, 25 de mayo de 2012

La silla de Doña Concha

A la memoria de Tío Alfredo.
‘Paino’: líder sangermeño, conversador, cuentista y medio paquetero.
Genio y figura  hasta la sepultura.
  
   Le visito en la sala de su casa.  Era un domingo cualquiera.
  Tras saludos y bromas noto una silla al estilo de los medallones españoles con el espaldar roto.  Me acerco y me percato que la rotura es en la pieza que forma tanto la pata como la parte superior ovalada.  Le comento con lástima la situación, pues a ambos nos gustan las antigüedades.
           “Lo triste es que esa silla perteneció a mi abuela, tu bisabuela, Doña Concha.”
          “Yo me atrevo arreglarla, pero para eso hay que desmontarla completa y como el tejido está hecho en la madera, es necesario volver a empajillarla.”
          “¿Y tú puedes hacer eso?"
          “Con la ayuda de un par de amigos, pero lo haré bajo una condición; que me permitas hacer una réplica de ella."
          “No faltaba más, si tú me la reparas, has con ella lo que tú quieras.”
   Pasó el tiempo y regresé con la silla. Nueva pieza y pajilla, y pintada. Paino y yo  compartimos la alegría del logro… y yo tenía una réplica en madera de capá prieto.  Con mucho orgullo le mostraba a los amigos que me visitaban la copia de la silla que había sido de mi bisabuela. 
Silla de medallón en capá prieto
   Otro domingo cualquiera volví a visitarle y le comenté algo de la silla.
  “La verdad es que quedó como nueva.”
   “Sabes que le hago la historia a mis amistades y le hablo de la original que perteneció a mi bisabuela.”
   “¿A tu bisabuela? Si esa silla yo me la robé del sótano del Circulo de Recreo.”
   (¡Ea rayos!)
 Pero la vida tiene sus recovecos y hace una semana mis primos; Carmen Regina, Roberto y Armando decidieron vaciar la casa de Tía Regina.  Entre los muebles que habían considerado vender estaba la coqueta que perteneció a Doña Concha; pero prefiriendo que permaneciese entre familiares, la ofrecieron a quien primero se comunicase.  Cosas que pasan; cuando lo notificaron por internet yo estaba en la compu y más rápido que volando avisé sobre mi interés.  El lunes por la tarde ya tenía su lugar en la Casa Grande de la Hacienda. 
 Valoro el obsequio y ahora, sin temor a equivocarme y descartado cualquier posible paquete de Paino, puedo compartir con las amistades que esa coqueta verdaderamente perteneció a mi bisabuela, Doña Concha.