Dedico
éste escrito a mis 7 hijos y a mis 12 nietos.
Ellos se desenvuelven en un Puerto Rico algo diferente al que yo lo hice
cuando tuve sus edades, pero todos danzamos la melodía que orquestra el coquí,
el vaivén de las olas y el ruiseñor. El escenario y los movimientos de ésta
tierra siguen siendo los mismos y la sangre es singularmente la nuestra.
Comienzo con una
pregunta sobre la última palabra del escrito que titulé ‘Revolución’; reivindiquémonos*. ¿Cómo nos reivindicamos? ¿Cómo lograrlo en ésta etapa de nuestra
historia, como gente y como pueblo; con la idiosincrasia y las actitudes que
hemos desarrollado e incorporado a nuestra manera de ser, a los valores que
profesamos y a la realidad política y económica de la Isla, del Norte y el mundo?
¿Qué significa reivindicar? En esencia, consiste en el reclamo que se
hace de algo a lo cual se tiene derecho.
¿Tiene
el puertorriqueño una manera particular de ser? Porque si existe, podemos concluir que como
colectivo tenemos la prerrogativa de hacer un reclamo reivindicatorio. Más allá de lo atribuible
a la individualidad, somos una amalgama de razas, subculturas, tradiciones y
costumbres con una diversidad de procedencias. Taínos descendientes de los arahuacos, pertenecían
a distintos cacicazgos. Pescadores y agricultores. Viviendo en armonía con la naturaleza…aprendieron
sus secretos. Algunos, temerosos de los
caribes. Los que habitaban arriba, en la
cordillera, desconocían ese temor. Españoles
de alcurnia y de pueblo, empresarios y fracasados, monárquicos y republicanos;
del centro, del sur, el norte e isleños. Corsos, mediterráneos, orgullos de su
procedencia italiana, otros de la francesa; con resentimientos hacia ambos
países y otros, nacionalistas.
Aventureros y ventajeros. Africanos
de diversos pueblos y dialectos...dingas y mandingas arrancados mediante la
fuerza de sus pueblos y familias; ‘domesticados’ por el carimbo y la
esclavitud. Libertados y marginados.
La uniformidad de todos comenzó por la
latitud y la longitud en una misma porción de terruño. La manera en que sale y se pone el sol y de
cómo observamos la luna en su travesía espacial. La exclusiva combinación del clima, los mares
y las playas, los ríos, las llanuras, los cerros y las montañas; la vegetación
y la fauna. Entre otros tantos, el
coquí, el guaraguao y el pitirre aportaron su melodía. Todos estamos llenos de ese ritmo caribeño,
pero más específicamente, borinqueño.
Hablamos un mismo lenguaje,
básicamente castellano, con cientos de palabras y modulaciones taínas y
africanas que nos dan una entonación y un acento muy propio y singular. La mezcla de razas y sangre; de tonalidades
de piel, de lacios y enrizados, de perfiles, ha entretejido algo
particularmente característico.
¿Y nuestra
personalidad? Por caminos misteriosos y
quizás indescifrables ha terminado destilándose la generosidad y la bondad que
nos distingue como puertorriqueños. Somos
un pueblo único en el mundo. ¿Alguien lo duda? Eso no hay que reivindicarlo.
Siendo un ente de características y
bases claramente distinguibles, podemos y estamos en posición, independientemente de cualesquiera diferencias, de hacer el
reclamo. Pero, ¿hemos perdido algo que
necesite ser reivindicado? Y si existe, ¿a
quién dirigimos el reclamo y por qué? Los forjadores de los Estados Unidos de
América, en su resuelto esfuerzo por instaurar una forma de gobierno que
respetase los derechos humanos y evitase el abuso de poder por el estado,
establecieron un fundamento: Dios ha conferido a los hombres ciertos derechos
inalienables (exclusivos y personales) entre los cuales se encuentra el derecho
a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Se trata de atributos innatos a la persona; que no son conferidos por el gobierno,
sino por el Creador, por el mero hecho de existir.
El
humano, por su condición de ser, tiene derecho a vivir y a desenvolverse
con la capacidad de pensar y de elegir entre alternativas. A eso se le llama voluntad y en esencia, es un
derivado de la libertad. ¿Qué cosa es la
libertad? Consiste en la capacidad de optar
por el camino que ha de seguirse de acuerdo a la inteligencia y las preferencias. Trata sobre el estado o la condición de quien no está
prisionero o sujeto a otro. Por esa misma condición innata, existe en el ser
humano el derecho a procurar su felicidad.
Por ahí
comienza a despuntar la primera interrogante: ¿El colectivo puertorriqueño
posee, como pueblo, libertad para fijar su derrotero y establecer sus
preferencias, sus conveniencias y procurar su felicidad? Una respuesta honesta y con sentido de
introspección nos conduce a un inevitable ‘no’.
¿A quién
reclamarle la reivindicación de nuestra libertad y felicidad? El reclamo se hace a los responsables de
privar, coartar o inhibir el pleno disfrute y desarrollo de éstos derechos; a
quienes truncaron nuestro legítimo derrotero y procuraron otros caminos, aunque
hayan pensado y creído que lo hacían por nuestro bienestar. Tanto el
gobierno de Puerto Rico como el de los Estados Unidos de América son responsables de ello. Es por tanto a ellos, en los foros provistos
para que los ciudadanos acudamos a reivindicar esos derechos inalienables, a
quienes en primer lugar debemos hacerle el reclamo.
¿Quién y
dónde? Cualquier puertorriqueño, a nombre
de los ciudadanos de nuestro país a quienes los Estados Unidos le confirieron
la ciudadanía de su país; en la corte establecida por ellos en nuestra Isla. Sí, un pleito de clase que cumple con todos
los requisitos jurídicos, y más allá…que cumple con los de humanidad y
civilismo. Éste es un primer paso en el
proceso de reivindicarnos. Es un
planteamiento razonable, al amparo de la legalidad, y una importante
responsabilidad. Adelantemos la causa,
qué así nos ayuda Dios.